Iniciación en la Investigación

Memoria y migraciones rural-urbanas en clave de género. La trayectoria de Ramona Pereyra

María Belén Tona
Universidad Nacional de Quilmes, Argentina

Estudios Rurales. Publicación del Centro de Estudios de la Argentina Rural

Universidad Nacional de Quilmes, Argentina

ISSN: 2250-4001

Periodicidad: Semestral

vol. 11, núm. 22, 2021

estudiosrurales@unq.edu.ar

Recepción: 20 Mayo 2021

Aprobación: 20 Mayo 2021



Resumen: Este trabajo tiene como objetivo explorarlas razones que llevaron a muchas mujeres a dejar sus hogares en el campo y dirigirse hacia el Gran Buenos Aires. El estudio se ubica en los años sesenta, cuando se intensificaron los movimientos poblacionales como consecuencia de la coyuntura económica y social del interior de la provincia de Buenos Aires. Estas (y otras) circunstancias llevaron a mujeres rurales a tomar la decisión de migrar. El relato de vida de Ramona Pereyra, quien llegó desde Tapalqué a la ciudad de Berazategui en 1960, será el medio para comenzar a caracterizar estas experiencias femeninas. Se pretende comprender el proceso migratorio femenino en perspectiva histórica, con atención en las representaciones de los/as actores como a sus prácticas.

Introducción

Los procesos migratorios internos hoy adquieren relevancia mientras que sus análisis dejan entrever trayectorias de vida involucradas (Ariza, 2007, Arrieta y Torrado, 1985). La Argentina rural de los sesenta se caracteriza por un aumento de las migraciones rural-urbanas, producto de las crisis de las economías regionales que expulsan población de las tareas agropecuarias cuando avanza la mecanización y transformaciones en las estructuras productivas.

La precaria situación de algunas familias las obliga a considerar radicarse en otros espacios, pueblos, ciudades y abandonar sus explotaciones. En este marco, el término migración refiere a los procesos sociales que constituyen un factor de redistribución poblacional asociado a la distribución espacial de las actividades económicas y enmarcado en factores históricos e institucionales (Holubica, 1988). La feminización de estos movimientos ha sido señalada por quienes comenzaron a estudiarlos en 1970-1980 (Recchini de Lattes, 1988)

Desde una perspectiva de género-entendida como la forma primaria de significar las relaciones de poder- podemos estudiar las formas en que el género propone construcciones culturales, sistemas de ideas y conceptualizaciones sobre el “deber ser” masculino y femenino, para cada tiempo y lugar. Es en las prácticas, en las experiencias, que pueden observarse adecuaciones o no a estos preceptos y estereotipos. De modo que, en este trabajo se pretende analizar las razones que llevaron en especial a muchas mujeres a dejar sus hogares en el campo y dirigirse al Área Metropolitana de Buenos Aires. Es posible que la gran ciudad ofreciera una imagen de oportunidades y mejor calidad de vida respecto a los lugares de origen.

El relato de vida de Ramona Pereyra- quien llegó desde Tapalqué a la ciudad de Berazategui en 1961- será el medio para comenzar a caracterizar estos testimonios. Entonces, en relación con lo anterior, el término memoria se compone de recuerdos y los olvidos sobre el pasado, que cobran sentido en el tiempo presente. Entendemos que, si bien suele ser aparecer mediada por la historia de vida de quien la relata, siempre se encuentra enmarcada por lo social. También, que diversos sujetos participan de su construcción ya que es un campo de batalla que se encuentra en constante ebullición. (Jelín, 2002). Así, se pretende entender el proceso migratorio femenino en perspectiva histórica, en contemplación de las representaciones de los/as actores como a sus prácticas.

La metodología elegida será cualitativa, aunque se apelará de modo complementario a datos cuantitativos. Las fuentes principales de este estudio serán, la entrevista[1] en profundidad a Ramona Pereyra, mujer migrante, y los datos del Censo Nacional de Población de 1960.

De acuerdo con estos planteos, el recorrido que aquí se propone se organiza en cuatro apartados en los que se abordan la problemática a estudiar. En el primer apartado, se contextualiza y describe el interior de la provincia de Buenos Aires, con foco en la familia rural, la actividad agropecuaria, la producción, la mecanización y sus consecuencias para las familias rurales. En el segundo apartado, se analiza el proceso migratorio en la Argentina de los sesenta, sus causas y consecuencias. Además, caracteriza el crecimiento del Gran Buenos Aires y las migraciones internas en la provincia de Buenos Aires en clave de género. En el tercer apartado, se exponen las potencialidades de la historia oral como un recurso metodológico para dar cuenta de las historias de vida y las biografías como fuente. En el último y cuarto apartado, se relata -desde estas perspectivas- la experiencia migratoria de Ramona Pereyra, donde se precisa la producción del pueblo de Tapalqué, su infancia, vida en el campo, familia rural y su vida en la ciudad.

1. El interior de la provincia de Buenos Aires: la coyuntura económica y social de la Argentina

La Argentina del siglo XX, está organizada en base a la producción agropecuaria y la explotación de los recursos naturales renovables, actividades que adquirían diferentes características en las distintas regiones. La compleja situación rural en los años 1960, con la crisis de las economías regionales agropecuarias, pero también con el golpe de Estado de 1955, advierte la incorporación de la Argentina a un nuevo modelo de acumulación, donde la ideología liberal y el desarrollismo redefinen la nueva inserción dependiente de la economía argentina en la fase de la internalización del capital bajo la hegemonía de Estados Unidos (Barsky y Gelman, 2009; Girbal-Blacha, 1998; Rappaport, 2005; Lázzaro, 2002, entre otros). Entre 1958 y medidos de la década de 1960, el capital extranjero cumplía la función esencial de hacer avanzar la centralización de los capitales y la concentración de la producción dentro de una economía semicerrada como la Argentina. Entonces, era necesario reordenar el capitalismo local y en ese sentido, la estrategia que implementa el desarrollismo busca estimular de manera simultánea los ingresos del sector agrario y los beneficios que imponía la radicación del capital extranjero (Lázzaro, 2002:168)

Entonces, el planteo de una reforma agraria se presentó. Se sostuvo que en el aspecto económico, propiciaría los recursos financieros y técnicos para generar una verdadera empresa moderna y en el aspecto social, transformaría a la comunidad a través de la provisión de elementos básicos desde vivienda y energía. Sin embargo, Rogelio Frigerio[2] confronta concepciones del presidente Arturo Frondizi y sostiene que la industrialización es el punto de partida para lograr el desarrollo en el campo; desjerarquiza la idea de los reformistas Oscar Alende[3] y Aldo Ferrer[4], que postulaban a la reforma agraria para arribar a la industrialización (Lázzaro, 2002:183, Ivickas Magallán, 2015)

En este contexto, la cuestión agraria no se puede resolver con la aplicación sólo de nuevas técnicas y renovados instrumentos crediticios, sino que se plantea como necesaria una reforma agraria, considerada como la garantía contra la difusión de movimientos revolucionarios. Pero también hay que tener en cuenta que la nueva manifestación del capitalismo mundial logra subordinar a sus intereses las posibilidades de resolución de los problemas agrarios de los países en vías de desarrollo, mediante intervención en la tecnología y en las estrategias crediticias. Estos diversos perfiles acerca de la economía internacional resignifican los principales problemas del agro argentino durante el período analizado.

Cuadro 1:
Población rural por jurisdicción 1960 1970
Varones Mujeres Varones Mujeres
Total del país 2.806.401 2.445.757 2.629.832 2.280.636
Buenos Aires 499.689 382.424 403.354 320.719

Población rural según sexo, Buenos Aires (1960 y 1970)

Fuente: Elaboración propia en base al Censo Nacional de Población de 1960 y al Censo Nacional de Población, Familias y Viviendas de 1970

1.1 Transformaciones en el agro en la década de 1960

Desde el punto de vista productivo, en los años sesenta, en la provincia de Buenos Aires se evidenció un incremento la superficie sembrada y el volumen cosechado, en especial en las zonas del sur y oeste (y se destaca el aumento de la superficie con trigo). En cambio, en la zona norte, el área sembrada se mantuvo con estabilidad, aunque el volumen mostró una importante recuperación (en estos años, el maíz volvió a ocupar el primer lugar y se retrajo la superficie triguera). Por lo que, el retroceso agrícola fue acompañado por una expansión de la ganadería vacuna (en especial intensa en la zona norte) y también del ovino. Además, se incrementó la superficie dedicada a forrajeras y los equinos perdieron significación en las tres zonas, en parte debido a la retracción agrícola, pero de modo específico por la tractorización[5] que se desarrolló a lo largo de las décadas de 1950 y 1960 (Balsa, 2006: 90 y 91).

Respecto a la tenencia y las transformaciones en la estructura de la propiedad, en estas décadas se disolvió el sistema de arrendamiento característico del período de la expansión agrícola. En la región pampeana los propietarios pasaron de representar el 35 % de los productores en 1937 al 63 % en 1969. Detrás del binomio entre propiedad y producción que ofrecen los datos censales, Balsa (2006) argumenta que la literatura especializada ha interpretado la existencia de dos fenómenos opuestos. Entonces, menciona el autor que la discusión central gira en torno al sujeto que protagonizó la expansión de la tenencia en propiedad: si hubo un proceso de farmerización- entendido como el acceso a la propiedad- de los chacareros arrendatarios, o si los terratenientes recompusieron las viejas estancias (o constituyeron nuevas) luego de echar a los no propietarios. Por lo que no existe acuerdo sobre los impactos en la estructura agraria que tuvieron, entre otros factores, la coyuntura crítica para la agricultura, las variadas medidas políticas implementadas, el accionar de los terratenientes y las estrategias que los agricultores desarrollaron durante estas décadas (Balsa, 2006:92).

Entonces, señala el autor, a finales de la década de 1960 a través de la consolidación de la propiedad y la mecanización sustitutiva de mano de obra, están dadas las condiciones para la desaparición de los chacareros y la consolidación de la farmerización. Balsa (2006) retoma a Barsky y Pucciarelli (1991) y argumenta que ellos habían señalado ya la presencia de dos tendencias contrapuestas: el éxodo hacia la ciudad y acceso a la propiedad de la tierra por parte de ex arrendatarios. El abandono/expulsión de arrendatarios y aparceros se relaciona con otro fenómeno que puede ser visualizado a partir de los datos censales: la concentración de la estructura productiva.

1.2 Transformaciones en la producción agrícola y familias rurales: mecanización y expulsión

Como se mencionó con anterioridad, la mecanización elevó el tamaño óptimo económico (en cuento a los costos unitarios de producción) y sobre todo, incrementó los requisitos de extensión mínimos para el pleno uso de la maquinaria, como así también de la mano de obra. A su vez, aumentaron los requerimientos de capital necesarios para incorporar las nuevas tecnologías. Por otro lado, como consecuencia de este proceso, los ingresos por hectárea tendieron a disminuir y cada vez se requirió de más superficie para poder sostener el nivel de vida de una familia rural, con estándares de consumo mayores de modo paulatino. En tercer lugar, muchos estancieros comenzaron a realizar la agricultura de forma directa con asalariados o medieros. Por último, la mayoría de los pequeños agricultores en estas décadas habían incorporado la actividad ganadera (que antes se encontraba vedada para aparceros y arrendatarios) y en simultáneo, habían reducido el área que dedicaban a la agricultura (Balsa, 2006)

Así, en la primera parte de los años 1960 desapareció la cosecha manual de maíz (Balsa, 2006:123). Entonces, el autor estipula un ahorro de trabajo que significó la cosechadora adaptada para este grano.[6] De modo que, esto no significó un cambio cuantitativo, ya no era necesaria la concentración de un gran número de asalariados para realizar la juntada del maíz o para operar la desgranadora.[7]

En contraste, ni los costos de la mecanización ni las escalas que las nuevas maquinarias requerían, constituyeron problemas graves para los medianos productores, aunque si lo fueron para los pequeños. Tal vez, la situación económica de los pequeños productores no fue tanto la inversión requerida para adquirir las nuevas maquinarias, sino la imposibilidad de darle pleno uso, tanto a su inversión como a su mano de obra familiar. La dificultad más relevante para muchos productores era su imposibilidad de expandirse en el territorio, lo que motivaba su éxodo.

Entonces, durante esta década, el proceso de expulsión de productores familiares se profundizó, y alcanzó incluso a productores que habían sido con anterioridad exitosos en sus estrategias de producción. Se delineó una imagen que denotaba la innovación, la profesionalización y la incorporación de tecnología en el manejo productivo. En este contexto, el debilitamiento de la producción familiar devino en un hecho como consecuencia de la incorporación tecnológica. (Gras, 2009).

Por otra parte, los datos censales evidencian la radicación de las familias en las localidades cercanas a los campos en que vivían y trabajaban, como consecuencia de la modernización del agro bonaerense y como parte de las transformaciones en la vida rural y en las relaciones con el espacio. De modo que, los cambios institucionales, tecnológicos y de infraestructura que se produjeron durante los años sesenta incidieron en las costumbres de las familias chacareras y este nuevo éxodo no supuso el abandono de la producción agropecuaria pero sí modificó la estructura de trabajo en las chacras (de Arce, 2014:392).

En síntesis, la agricultura familiar[8] no fue desarticulada en forma homogénea en todo el territorio pampeano. De acuerdo con Gras (2009), lo que no hay que dejar de lado es la cuestión de desplazamiento, en el sentido de la pérdida de centralidad, pues de una forma histórica, la propiedad familiar contiene un vínculo con la trasmisión como patrimonio, el trabajo de la familia y la concepción de la tierra como medio de vida, se encontraba arraigada a la relación familia-explotación. No había quedado nada del modo de vida rural que tenían una o dos generaciones atrás. Con todas las transformaciones enumeradas se desvaneció el mundo tal como lo conocían los chacareros, el mundo en el que fueron sociabilizados sus hijos. Las estructuras de la vida cotidiana que configuran la escena de la vida social se modificaron ya que el productor comenzó a vincularse con material diferente y una intersubjetividad distinta, en tanto el productor se interrelacionaba con otros tipos de sujetos sociales y ya no sólo con sus vecinos rurales. La vida cotidiana de la chacra comenzó a vincularse con la ciudad y los niños crecían en un nuevo espacio de sociabilización, independientemente que también conociera al campo. De modo que, la naturalización de un modo de vida rural por parte del productor agropecuario desapareció (Balsa, 2006).

2. El acelerado crecimiento del Gran Buenos Aires: las migraciones internas en la provincia de Buenos Aires

Las migraciones internas entre provincias y centros urbanos en el siglo XX son fenómenos que explican los patrones poblacionales y, a su vez, los patrones de desarrollo económico de las regiones de Argentina. Las migraciones internas en la Argentina acompañan un creciente proceso de urbanización de las grandes ciudades, como lo fue el caso del Gran Buenos Aires[9], que integran el Área Metropolitana de Buenos Aires[10] (AMBA).

Como se mencionó en los apartados anteriores de este trabajo, el período intercensal de 1914-1947, estaba marcado por el crecimiento de las economías regionales y el arribo de inmigrantes, pero que sin embargo, comenzó a marcar notables diferencias, pues para 1950 en la periferia de las ciudades se visibilizó la presencia de “los/as expulsados/as” del campo. El crecimiento de la población rural[11] se desaceleró y para todo el país se ubicó en el inicio del crecimiento vegetativo, lo que indica que la emigración se intensifica. Todas las regiones, incluso la provincia de Buenos Aires, empezaron a desacelerar su crecimiento rural y muchas cayeron por debajo del crecimiento vegetativo. Así, Buenos Aires fue uno de los principales escenarios de la última emigración rural (Reboratti, 2007).

De modo que, el crecimiento poblacional del Área Metropolitana de Buenos Aires desde mediados de los años 40- hasta la actualidad- ha tenido lugar por el crecimiento del Gran Buenos Aires ya que como en la mayoría de las grandes ciudades del mundo, la Capital deja de crecer a nivel poblacional (Lattes y Recchini de Lattes, 1992:179). La extraordinaria dimensión del ritmo de crecimiento experimentado por el Gran Buenos Aires constituyó el 49% del crecimiento de la población del país. De esta manera, la expansión poblacional del Gran Buenos Aires se transformó en el motor del proceso de concentración de las poblaciones urbana y total del país durante el período analizado (Lattes y Recchini de Lattes, 1992:181)

Cuadro 2:
Categorías 1945 1960 1970
Total urbano 100,0 100,0 100,0
AMBA 47,8 45,7 44,9
Capital 31,5 20,1 15,7
Gran Buenos Aires 16,3 25,6 29,1
Resto urbano 52,2 54,3 55,1
Rural 38,8 26,2 21,0

Distribución de la población argentina en base a categorías durante 1945, 1960 y 1970

Cuadro de elaboración propia en base a Lattes y Recchini de Lattes (1992)

Cuadro 3:
Lugar de procedencia Gran Buenos Aires
Total Varones Mujeres
Capital Federal 1.274.116 638.883 635.233
Partidos del Gran Buenos Aires 105.011 46.495 58.516
Resto de Buenos Aires 568.980 260.714 308.266

Migraciones al Gran Buenos Aires

Fuente: elaboración propia en base al Censo Nacional de Población de 1960

Con la mayor cantidad de migrantes que recibe Buenos Aires (GBA), no hay que dejar pasar que este crecimiento estuvo acompañado por el crecimiento de otras ciudades del país, muchas bonaerenses, como lo fue la Plata o Bahía Blanca (Lattes y Andrada, 2012)[12]. Si bien en las primeras décadas el crecimiento se concentró en la metrópoli y las ciudades más grandes del interior, muchas de ellas de tamaño intermedio, cuyo diferencial de crecimiento contribuyó a aminorar la primacía de Buenos Aires. De modo que la vigencia de un nuevo modelo de desarrollo en el país, significó uno de los agravantes entre las razones de este despoblamiento rural y se manifestó a través de una nueva trasformación del modelo de explotación agropecuario como en la desestructuración del transporte ferroviario, que es necesario tener en cuenta ya que ha marcado efectos negativos sobre los pequeños asentamientos rurales del interior bonaerense (Lattes y Andrada 2012, Míguez y Spinelli, 2014).

2. 1 El proceso migratorio interno en clave de género en la provincia de Buenos Aires

Como se explicó con antelación, la provincia de Buenos Aires se caracterizó por la profunda transformación de las condiciones de vida y producción que enfrentó la población rural hacia mediados del siglo XX. Mientras que, al inicio del siglo, casi la mitad de los habitantes provinciales eran rurales, al finalizar el periodo ellos eran un poco menos de uno de cada veinte bonaerenses. El cambio es más bien elocuente y el éxodo rural es la expresión que mejor expresa lo sucedido en aquella época- en los años centrales del período entre 1947 y 1960. Las causas de este proceso son complejas y tienen relación -como se ha expuesto- con la desaceleración y casi desaparición de la expansión agraria; la decadencia del arriendo como sistema productivo y de asentamiento de la población y la modernización de la tecnología agrícola que requiere menor cantidad de mano de obra (Reboratti, 2007:97, Míguez y Spinelli, 2014)

Para el período 1945-1960, la migración neta de los argentinos da cuenta del 43% del crecimiento. Además, en la migración neta de los nativos predominan las mujeres: 100 mujeres por cada 77 hombres. En la década de 1960, la migración de argentinos vuelve a dar cuenta de más del 50% del crecimiento, a pesar que el Área Metropolitana de Buenos Aires había duplicado su población a mediados de los años 30 (Lattes y Recchini de Lattes, 1992:186)

Argentina fue uno de los países que, para la década de 1960, se caracterizó por la predominancia femenina en la migración rural-urbana (Recchini de Lattes, 1988). El proceso migratorio femenino se caracterizó por el cambio del rol de las mujeres en sus áreas de origen, es decir, como partes del aparato de trabajo intensivo familiar y trabajo como amas de casa, el porqué de la migración y pautas culturales de los asentamientos humanos en donde pretendían habitar en el Gran Buenos Aires (Pizzolitto 2006:2-3)

Algunos estudios afirman que la edad de las migrantes se concentra en general entre adultas jóvenes de 15 a 19 años. Esta caracterización se ha mantenido desde su formulación en 1938, tanto para países desarrollados como para aquellos en desarrollo (Lattes, 1980). Sin embargo, se comenzó a observar para el período de 1947-1960, que el pico migratorio se producía en edades más jóvenes para las mujeres que para los varones. Los datos sostienen para la población femenina el rango de 10-14 años (Recchini de Lattes, 1988:7)

En este sentido, se comprende que existe cierta relación entre migraciones internas y el desarrollo económico en términos de selectividad de las personas ya que, de acuerdo a Pizzolitto (2006), las migrantes provienen de grupos con capacidad para despegarse de su entorno tradicional y adaptarse a un ambiente no familiar y que se ven estimuladas a moverse a centros que ofrecen mejores oportunidades económicas.

De igual manera, la autora enuncia factores de expulsión y de atracción de la población que se asocian a aquellas personas que viven en zonas rurales, y poseen una propensión más alta de emigrar que aquellas personas que habitan en zonas urbanas, por el acceso a bienes e infraestructura. Pero, de manera específica, las mujeres predominan entre los migrantes a corta distancia y en relación a este supuesto hay que aclarar que los motivos económicos no son los factores dominantes en las decisiones de migración (Pizzolitto, 2006:5). Es decir, podemos desglosar un amplio rango de factores que influyen sobre las decisiones individuales de migrar como por ejemplo las oportunidades de ingresos, de empleo y elementos de política pública como la estructura fiscal o la prestación de servicios públicos, entre otros (Pizzolitto, 2006:5).

Así, el género, introducido en los modelos empíricos de investigación, se convierte en una variable relevante en el momento de explicar las formas de la migración y sus resultados. Entonces, a esto se sigue la alta participación de las mujeres en los procesos migraciones y de este modo, se reconfiguraron y se situaron en un papel activo en estos movimientos.

3. Historia oral y las mujeres migrantes

La nueva historia social de las mujeres, propone -desde esta perspectiva- el análisis de la experiencia[13] para hablar de lo que ocurrió, establecer diferencias y similitudes, decir que se tiene un conocimiento “inalcanzable” de estos hechos -ya que la experiencia es una mera interpretación- y referir a las identidades sociales (Scott, 1991).

Los estudios de género[14] han enfatizado en el análisis de los roles desempeñados por las mujeres y los varones en los diferentes períodos y sociedades. Asimismo, han sostenido la necesidad de reivindicar la participación de los sujetos en la recuperación de “su propia historia y cultura”. La utilización de testimonios de distintos ámbitos y sectores ha aparecido cada vez más en los estudios sociales (Barbieri, 2008), pues las fuentes orales, como las de cualquier otra naturaleza, son instrumentos para elaborar la historia (Schwarzestein, 2001:2)

La fuente oral presenta características específicas, tanto por su contenido no del todo transparente como por los problemas derivados de la memoria (Schwarzestein, 2001). Permite una aproximación de los acontecimientos antes inaccesibles, por medio de los recuerdos, las memorias de las personas y de esta forma, posibilita el acceso a las experiencias de los grupos que no dejan datos históricos escritos (Sautu, 1999). Dora Schwarzestein, entiende que las técnicas de la historia oral son un recurso importante para introducir la voz de hombres y mujeres comunes, y para acceder a la “cara humana de la historia”. A través de esas voces, se pueden recuperar los fenómenos asociados a la vida cotidiana, a la historia familiar y a otras problemáticas que se encuentran ausentes en la historia tradicional. (Schwarzestein, 2001:2)

La incorporación de relatos de vida (Sautu, 1999) de las propias mujeres migrantes permite –en este estudio- develar desde una óptica femenina la “historia oculta de la mujer”, incluir su particular reflexión acerca de la sociedad y del cambio, conocer sus luchas cotidianas por los espacios sociales, así como su situación en los ámbitos políticos, laborales y domésticos, el grado de conciencia acerca de sus acciones individuales y colectivas (Barbieri, 2008)

El relato biográfico, a través de la memoria,[15] permite traducir en palabras la trayectoria desplegada por mujeres -en este caso de Ramona - y marca la ruptura del silencio para narrar las condiciones y esfuerzos que signaron sus vidas. Estos testimonios son fuente de reflexión para otras mujeres, pues cada relato supone el ejercicio del recuerdo y modifica detalles que reconstruye el yo con sus injusticias y momentos amargos, pero también con la fuerza que gana en la vivencia (Barbieri, 2008).

4. La historia migrante de Ramona Pereyra, de Tapalqué al Gran Buenos Aires

Con anterioridad se aludió a que, para 1947, se produjo una fuerte migración del campo a la ciudad (Holubica, 1988). Este proceso no fue del todo homogéneo ya que tuvo diferentes características en cada provincia, de acuerdo a la estructura económica y social vigente, como se ha descripto para el caso bonaerense. El relato de vida y migración que motiva este estudio se origina en Tapalqué[16], pueblo de la provincia de Buenos Aires en el cual la economía estaba basada desde 1881 casi de modo exclusivo en la ganadería, pues sólo se cultivaban 1.161 hectáreas. La riqueza ganadera en cambio estaba integrada por 771.341 lanares, 67.523 vacunos, 26.596 yeguarizos y 1.313 porcinos (Levenne, 1940:669)

A mediados del siglo XX, continúa el predominio ganadero, al tiempo que se desarrolla la agricultura En 1939-1940 el área cultivada comprendía 12.000 hectáreas sembradas con trigo, 23.000 con lino, 23.000 con avena, 1.500 con cebada forrajera, 1.000 con cebada cervecera y 2.200 con centeno, abarcando 10.400 hectáreas los planteos de maíz en 1935-38. Al 1° de julio de 1936, existían 160.095 vacunos, 16.441 yeguarizos, 211.690 lanares y 2.785 porcinos (Levenne, 1940:670). Asimismo, Tapalqué goza de los beneficios del ferrocarril desde 1910, en que se liberó al servicio público la línea del ferrocarril Sud que unió a General Alvear con Olavarría y pasa por el pueblo cabecera. A mediados del siglo XX, es surcado por otra línea de la empresa, también inaugurada en ese año, y otra del Ferrocarril Provincial (Levenne, 1940:670)

Sin embargo, en 1950 -en relación a la coyuntura económica y social- Tapalqué forma parte de los pueblos del interior de la provincia que se encontraron inmersos en una crisis económica debido a los costos unitarios de producción y al incremento en los requerimientos de capital necesarios para incorporar nuevas tecnologías. Por otra parte, como efecto de este proceso, disminuyeron los ingresos por hectárea y cada vez se precisó de más superficie para sostener el nivel de vida de una familia rural. Además, la mayoría de los pequeños agricultores de esta década incorporaron la actividad ganadera y habían reducido el área que dedicaban a la agricultura (Balsa, 2006). La historia de Ramona Pereyra permite entrever los entramados del trabajo intensivo familiar ya que su experiencia es una de las tantas que relatan los vaivenes y estrategias de las familias en el agro bonaerense.

La experiencia de Ramona Pereyra, es una de esas donde su trayectoria de migración de la ciudad no ha sido directa. Nació en el pueblo de Tapalqué, en el interior de la provincia de Buenos Aires, el 21 de enero de 1937 aunque fue inscripta el 31 de enero porque su padre no llegó a su nacimiento. Como era costumbre en la época, el padre registraba los nacimientos ante la autoridad civil de hijos e hijas, aunque la fecha no correspondiera con la real. Llegó al partido de Berazategui en 1961, cuando ya era madre de su segunda hija María Isabel. Antes de asentarse de forma definitiva en la ciudad de Berazategui, ella, su marido Germinal y sus hijos, residían en San Francisco Solano (partido de Quilmes) hacia 1960. Allí, vivían en la casa de un amigo de su marido, conocido como Paz. Ramona no arriba al Conurbano sur desde el campo de manera directa, sino ya como una persona adulta.

Su trayectoria migratoria tuvo varias etapas. Ramona salió de su pueblo cuando tenía 13 años de edad junto a su padre y se dirigió a la ciudad de Azul. En la ciudad de Azul, convivió con sus patrones por 7 años. Ramona recuerda que su vida cambió por completo, porque la alejaron de su hogar y de su familia.

En los recuerdos de Ramona, Tapalqué en aquel tiempo era “todo de tierra”. Tenía un centro pequeño, de unas cuadras nomás. Aunque, la casa de Ramona se encontraba lejos del centro. Su familia estaba compuesta por su padre, su madre, su hermana María Isabel y su hermano menor, Rodolfo. La familia[17] trabajaba en el campo, ellos se dedicaban a la agricultura, cultivaban la tierra, cosechaban, y así, obtenían productos que eran destinados a la alimentación diaria de la familia. El padre de Ramona era puestero, su trabajo consistía en cuidar los puestos y los animales en la estancia de los patrones María Angélica Alconada de Ocampos y Enrique Ocampos, un matrimonio de Azul.

La familia Pereyra era propietaria de su casa, ésta era simple y construida con ladrillos pero con una pieza grande dividida en la que dormían ambas hermanas junto a Rodolfo y en el otro extremo sus padres. Con el paso del tiempo, su padre construyó la cocina y mejoró la edificación de acuerdo a las necesidades de su familia.

Ramona relata que durante su niñez, se dedicaba a trabajar con sus padres en el campo, es decir, a realizar las tareas diarias de cosecha como también el cuidado de los animales. Además, ayudaba a su madre con los quehaceres domésticos ya que, al ser la hermana mayor, tenía la obligación de aprender esta clase de labores. De modo que, desde la perspectiva de género, en su socialización se advierte la diferenciación entre los espacios y las tareas de lo “femenino” y lo “masculino” (de Arce, 2009:32). Ramona asistió a la escuela primaria pero sólo hasta segundo grado. Así, en línea con Gutiérrez (2007), el accionar de los padres en relación a las inasistencias en las escuelas se daba por la utilización de los/as niños/as como mano de obra familiar. Por lo que, el ausentismo y la deserción se debía a que el niño/a trabajaba en labores del campo desde los 9 a 10 años, y era agravado porque la escuela no se adaptaba a las exigencias de la familia campesina (2007:177)

Cuando Ramona llegó a los 14 años, su padre decidió mandarla a la ciudad de Azul a trabajar a la casa de la familia como dama de compañía y al cuidado de los niños. A su vez, él trabajaba como peón en esa localidad. Ramona no entiende hoy los motivos de sus padres para separarla de su familia, para enviarla a trabajar desde tan joven pero es consciente de que en esa época era una costumbre extendida. Podemos arriesgar hipótesis respecto a esta decisión paterna. Podría ser no alcanzara lo producido para sostener a la familia, que los padres quisieran un futuro no-rural para Ramona y que consideraran que en Azul tendría un mayor bienestar. De este modo, el concepto de estrategia familiar que propone Natalia López Castro (2009), resulta útil para comprender los motivos por detrás de las decisiones productivas y familiares y las formas particulares en que se resuelven las coyunturas que resultan determinantes en la evolución de las explotaciones. Por otro lado, una perspectiva que complementa el análisis de las estrategias es el papel que juegan las cuestiones de género, relacionadas al lugar que se le ha dado y se le da a las mujeres en la explotación y en la familia (Lopéz Castro, 2009:5).

La historia de Ramona contiene migraciones intermedias. A lo largo de este relato, pudimos evidenciar el lugar que ocupaba en su familia. Ramona siempre entendió que las tareas del campo eran algo cotidiano en su vida y que era su deber colaborar con su madre y aprender las tareas domésticas. Además, en relación a su experiencia como trabajadora doméstica junto a la familia Ocampos, argumenta que considera su vínculo con ellos como especial, tanto que se sentía parte de su familia.

En verano, los patrones pasaban las vacaciones en la estancia. Ramona pasaba dos meses junto a ellos y luego la llevaban a visitar a su familia. Cuando el verano acababa, debía volver a la ciudad de Azul. Sus patrones se dedicaban a la estancia y a los animales donde su padre era el capataz. Mientras tanto, las tareas asignadas a Ramona eran acompañar y cuidar a los niños -María Angélica de 8 años y Cipriano de 5 años de edad– y realizar las tareas escolares con ellos.

De acuerdo a sus palabras, Ramona tenía una relación “bellísima y muy especial” con sus patrones. Asevera que la trataban como una más de la familia pues le permitían comer con ellos y le proporcionaban buena ropa. Así ella considera que “no pasaba necesidades”. Señala que “no parecía un trabajo, yo estaba con los chicos, jugaba con ellos a la escondida, iba y venía para todos lados, fue muy lindo pasar tiempo con ellos”. Su patrona era muy especial para ella, la trataba muy bien como si fuese su hija, “fue muy buena conmigo, me hablaba mucho y me aconsejaba”. En el relato advertimos que el trato que recibía excedía una relación laboral y que es probable que su permanencia en Azul le asegurara mejores condiciones de vida que el trabajo rural.

Rememora esta esta etapa con cariño, en particilar los veranos en la estancia, “me encantaba”, dice ella. Ramona recuerda que para sus 13 años, Azul era una gran ciudad y la diferenciaba de su vida anterior en el campo de Tapalqué. Acontecimientos importantes de su vida (como su 15° cumpleaños) transcurrieron junto a sus empleadores. Su contacto con la familia era reducido, su madre iba cada tanto a verla, en colectivo con su hermano menor Rodolfo.

Frente a la pregunta sobre porqué decidió migrar del campo (Tapalqué) a la ciudad (Azul) y ella señala que “porque mi papá pensaba y quería que progrese, (allí) hay otra clase de calidad de vida y educación, para que me instruyera”. Entonces, Gutiérrez (2007) da cuenta de la capacitación y la sociabilidad en la campaña, es decir, en las modalidades de educación agrícola atribuidas por una disposición social, en este caso, por el padre de Ramona quien consideraba que con esta migración su hija se instruiría y también recibiría una educación de mejor calidad (2007:241-242)

De igual modo, reconoce que en sus labores en la estancia ganaba dinero pero que a ella no le daban nada a cambio de sus labores cotidianas para sus patrones, “nunca supe cuánto ganaba, no veía un solo peso de eso”. Ese dinero se lo daban a su padre, no veía ningún centavo. “Yo iba al cine los domingos con la señora y los chicos, en todos lados, andaba con ellos y a veces con su marido también. Por lo general, iba al cine con la señora y los pibes a ver películas del Gordo y el Flaco, Tarzán, en blanco y negro”. Entonces, también con sus patrones compartía un tiempo de ocio, que de otra manera, no hubiera conocido.

Otra etapa de la vida de Ramona comienza cuando conoce a su esposo, Germinal Climenti. En ese tiempo él tenía 23 años y ella, 19 años. A Germinal lo conoce en la ciudad de Azul, en la calle: “andaba por la ciudad y me lo crucé en la calle y ahí nos conocimos”. Él no tenía un lugar fijo, era un peón golondrina y habitaba en el lugar en donde conseguía trabajo. En Azul se dedicaba a pintar casas.

Cuando ella comienza a relatar sobre su vida en Solano para 1960 y luego Berazategui para 1961, el interés de la entrevista se centra sobre los roles que ella y su marido encarnaron. Su marido, Germinal, pintaba casas y ella se encargaba de la casa. Ya para cuando vivían en la ciudad de Berazategui ella ya era madre de dos de sus seis hijos, Guillermo y María Isabel. Sobre su vida en Solano, ella cuenta que se quedaba junto a la esposa de “Paz” y “hacían todo”, en referencia a las tareas domésticas y de cuidado. La migración familiar los moviliza hacia la casa de unos amigos, y recupera el concepto de red y las posibilidades que brinda.

En 1961, ya en la ciudad de Berazategui y con sus dos hijos mayores, a una cuadra de su casa se dedicó a cuidar a un hombre mayor por dos años, luego este falleció. Luego nacieron sus otros hijos, Rubén, Susana, Alejandra y María Angélica, por lo que decidió ella cuidarlos y no trabajar. “Los ayudaba con el colegio, eso me encantaba, hacer las láminas, recortar las figuritas del Billiken”. Sin embargo, su experiencia migratoria hacia el conurbano no resulta tan satisfactoria y memorable como su recuerdo del campo en su casa y también con sus patrones. Sus condiciones de vida no mejoraron de modo sustancial y recuerda que con sus hijos pasaron necesidades: “A veces no teníamos qué comer, mi marido se iba por 15 días y no sabíamos de él. Por suerte tengo buenos vecinos que siempre me ayudaron y también, en los negocios podía sacar fiado”.

Ramona recuerda la felicidad sus días en el campo, tanto con su familia como con sus patrones. Al hablar de Tapalqué, ella se emociona, “me encanta hablar de mi pueblo, de mis orígenes” Tapalqué lo fue todo en la vida de Ramona, nunca olvidó su niñez allí, una niñez muy buena, pero en donde se vio obligada a trabajar en la ciudad y donde forjó la mujer que fue durante toda su vida.

5. Reflexiones finales

Con el objetivo de analizar los motivos que llevaron a Ramona Pereyra a migrar hacia el Gran Buenos Aires, en este trabajo se ha realizado un recorrido por el contexto histórico del campo de la provincia de Buenos Aires en la segunda mitad del siglo XX. Aunque, el período intercensal de 1914-1947 estaba marcado por el crecimiento de las economías regionales y el arribo de inmigrantes, pero que sin embargo, comenzó a marcar notables diferencias, pues para 1950 en la periferia de las ciudades se visibilizó la presencia de los expulsados/as del campo. El crecimiento de la población rural se desaceleró y para todo el país se ubicó en el inicio del crecimiento vegetativo, lo que indica que la emigración se intensifica. Todas las regiones, incluso la provincia de Buenos Aires, empezaron a desacelerar su crecimiento rural y muchas cayeron por debajo del crecimiento vegetativo. Por lo que Buenos Aires fue unos de los principales escenarios de la última emigración rural (Reboratti, 2007).

El avance de estudio que aquí se presenta intenta aproximarse a los elementos estructurales que inciden a los movimientos migratorios en clave de género. Pensar la migración rural- urbana del interior de Buenos Aires hacia la ciudad, posibilita no sólo vislumbrar las condiciones estructurales de la coyuntura histórica, sino también entender las opciones personales, relaciones de familia y experiencias de aquellas que optan por el desarraigo rural en post de “una vida mejor” en la gran ciudad.

Las historias de vida contribuyen a la comprensión de la cotidianeidad de estas mujeres migrantes y sus familias. A través de la aplicación del enfoque biográfico, se pudo indagar y reconstruir la trayectoria de Ramona Pereyra, en la cual se puede observar la articulación entre las circunstancias del contexto con la historia personal. Este abordaje permitió recuperar (Freidin, 1999), la trama de círculos y contextos inmediatos de interacción en los que transcurre y despliega la vida cotidiana.

Al recorrer la historia migratoria de Ramona, se extrae la dimensión material de la vida y el enfoque biográfico que se presenta para avanzar en la comprensión de las trayectorias individuales en su sincronización con los tiempos familiares y sociales. Mediante la reconstrucción de la vida de Ramona, se pudo observar como determinados pasajes o transiciones de la vida personal -dejar la escuela, migrar, formar una unión marital- tienen una temporalidad marcada por circunstancias estructurales-sociales y culturales (Freidin, 1999:92)

Las experiencias y trayectorias de vida, pondrán voz y cuerpo al proceso migratorio interno con una mirada más compleja de las consecuencias de los desequilibrios regionales en la Argentina rural del siglo XX.

Referencias

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Notas

[1] Para Alessandro Portelli, la memoria que resulta luego de la entrevista, es una forma de evidencia histórica y como cualquiera de ellas necesita ser evaluada como tal, no forzarla a caber en los moldes de otras fuentes, sino que debe ser tratada como expresión cultural con todas sus complejidades (Portelli, 2004:37)
[2] Rogelio Julio Frigerio, político y economista argentino. Nació en Buenos Aires en 1914, estudió medicina y se desenvolvió como gerente de empresas familiares. Militante de izquierda en su juventud, dirigió la revista Qué (1956) y construyó junto a Arturo Frondizi una amistad y alianza política fundamental que originó el desarrollismo argentino. Durante el gobierno de éste (1958-1962) fue Secretario de Estado y luego (proscripto) asesor informal. Datos extraídos de EcuRed https://www.ecured.cu/Rogelio_Julio_Frigerio. Consultado el 17/04/2021
[3] Oscar Alende fue cirujano y político. Nació el 1 de julio de 1909 en Maipú, provincia de Buenos Aires. Cursó estudios en la Facultad de ciencias médicas de Buenos Aires y ejerce su profesión en Banfield. Fue diputado provincial durante el período 1948-1952 (Ivickas Magallán, 2015)
[4] Nació en 1927. Economista y político argentino. Funcionario de la Secretaría de las Naciones Unidas (1950-1953) y agregado económico de su país en la embajada de Londres en 1956, fue Ministro de Economía y Hacienda de la Provincia de Buenos Aires, 1958-1960 (Ivickas Magallán, 2015)
[5] La tractorización representa el pasaje de la tecnología desincorporada de las técnicas agroquímicas a la tecnología incorporada en bienes de capital e insumos que caracterizaría en forma significativa la actividad agrícola de allí en adelante (Barsky y Gelman, 2009, Balsa, 2006)
[6] Es dable recordar que la cosecha manual insumía 50 horas-hombre por hectárea; en cambio, con la cosechadora se alcanzaba igual resultado con tal 7 horas-hombre (Balsa, 2006:123)
[7] Se entiende que dos o tres hombres sobre la cosechadora eran suficientes y luego podían trabajar en el juntado y la estiba de las bolsas, si la explotación era pequeña, o si la explotación era mediana, contratar un par de hombres que lo hicieran.
[8] Balsa y López Castro argumentan que la agricultura familiar es aquella en la que se identifica a las personas que desarrollan la actividad como “productores”, lo que otorga a la caracterización un sesgo masculino e individual, cuando la referencia a la familia debería incluir a los miembros de ambos géneros. Por eso, los autores refieren a “familias productivas” en vez de “productores familiares”, para enfocar en la incidencia en la dinámica productiva y familiar del conjunto de sus miembros y de contrarrestar en la tendencia a reproducir esquemas de poder establecidos. Entonces, entienden que la producción familiar “moderna” presenta características que se encuentran vinculadas con el contexto económico capitalista y el tipo de sociedad moderna en la que están insertas (Balsa y López Castro, 2011)
[9] El INDEC (2003) refiere a la designación “Gran Buenos Aires” como el área que se encuentra comprendida por la Ciudad de Buenos Aires más los Partidos del Gran Buenos Aires (los 24 partidos completos). Estos partidos son Almirante Brown, Avellaneda, Berazategui, Esteban Echeverría, Ezeiza, Florencio Varela, General San Martín, Hurlingham, Ituzaingó, José C. Paz, La Matanza, Lanús, Lomas de Zamora, Malvinas Argentinas, Merlo, Moreno, Morón, Quilmas, San Fernando, San Isidro, San Miguel, Tigre, Tres de Febrero, Vicente López. De esta manera, la expresión Gran Buenos Aires incluye a la Ciudad de Buenos Aires, por lo que cuando referimos a los partidos, decimos Partidos del Gran Buenos Aires. Asimismo, el INDEC (2003), comprende que el término “Conurbano” refiere al “primer cordón”, segundo cordón”, etc para remitirse a la información respecto a los Partidos del Gran Buenos Aires.
[10] Entendida según el INDEC (2003) como una delimitación que incluye a la Cuidad de Buenos Aires y los 24 partidos del GBA.
[11] Según los Censos Nacionales de Población de 1960 y 1970, la población rural es aquella empadronada el día del censo en centros poblados con menos de 2000 habitantes y además de la población dispersa, población empadronada fuera de localidades.
[12] Lattes y Andrada (2012) “La población entre 1870 y 2000: una dinámica demográfica diferente” en OTERO Hernán (director) Historia de la provincia de Buenos Aires, Tomo I: Población, ambiente y territorio, Buenos Aires, Edhasa.
[13] En este trabajo Scott, se remite a Dominick La Capra quien ha referido a la experiencia como la relación “transferencial” entre el pasado, esto es, la relación entre el poder del marco analítico del historiador y los eventos que son el objeto de estudio, y le dan historicidad a ambos lados de la relación al negar lo fijo y la trascendencia de cualquier cosa que opere como un fundamento, volviendo la atención en su lugar a la historia de los conceptos fundacionales. La historia de esos conceptos, que es disputada y contradictoria, se convierte en la evidencia mediante la cual la “experiencia” puede ser entendida y mediante la cual la relación del historiador con el pasado del que escribe puede articularse (Scott, 1991:71)
[14] Joan Scott (2003) entiende que la categoría de género enfatiza en el aspecto relacional de las definiciones normativas de la feminidad. Por lo que la categoría de género, de clase y de etnicidad se entienden como las bases de las desigualdades del poder, pues estas son cruciales para escribir una visión de la historia que incluya la de los oprimidos y lograr un lugar de legitimidad y crear instrumentos de análisis aptos para explicar las desigualdades entre hombres y mujeres.
[15] Para Paul Ricoeur, la memoria se convierte en un enfoque privilegiado sobre el pasado en detrimento de la historia, el testigo pasa a ser referente absoluto frente al historiador que toma distancia, y sitúa las cosas en un contexto.
[16] Tapalqué es un partido de la provincia de Buenos Aires. Limita al norte con General Alvear, al este con Las Flores, Al sudeste con Azul, al sudoeste con Olavarría y al noroeste con Bolívar.
[17] Cloquell, Propersi y Albanesi entienden que la familia es una red social primaria que ofrece una organización laboral que se pone en funcionamiento gracias la vinculación con sus explotaciones. Desde siempre, las familias trabajaron en distintas actividades y esta estrategia ha sido durante años el soporte de la continuidad en la producción y la satisfacción del trabajo en los momentos de mayor demanda (Cloquell, Propersi y Albanesi, 2011:100 y 101)
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