Artículos
EL CULTIVO DE ALGODÓN Y LOS PROYECTOS DE DESARROLLO EN EL NORTE DE ENTRE RÍOS (1983-2018).
Cotton cultivation and development projects in the north of Entre Ríos (1983-2018)
Estudios Rurales. Publicación del Centro de Estudios de la Argentina Rural
Universidad Nacional de Quilmes, Argentina
ISSN: 2250-4001
Periodicidad: Semestral
vol. 11, núm. 24, 2021
Recepción: 27 Mayo 2020
Aprobación: 25 Noviembre 2020
Resumen: El análisis de este artículo se centra en el territorio del norte de Entre Ríos constituido por centros de población rural dispersa del Departamento La Paz en los que se localizó la expansión del algodón. Si bien en Entre Ríos el cultivo no ha sido predominante en términos cuantitativos, señalamos el modo en que la agricultura algodonera familiar se ha configurado como una territorialidad productiva, cuyo desarrollo presenta particularidades respecto del resto del país. A partir de una aproximación desde las estadísticas y las narrativas locales, desarrollamos las acciones –y omisiones– del Estado que incidieron en la construcción del algodón como elemento de identificación en la zona, las particulares dinámicas de los productores familiares y sus modos de asociatividad.
Palabras clave: Algodón- desarrollo rural – Entre Ríos- productores familiares- territorio.
Abstract: The analysis in this article focuses on a territory located in the north of Entre Ríos, made up of scattered rural population centers in the Department of La Paz, founded as colonies, where the expansion of cotton was located. Although in Entre Ríos this crop has not been predominant in quantitative terms, we are interested in pointing out the way in which family cotton farming has been configured as a productive territoriality, whose development presents particularities with respect to the rest of the country. To this end, we will consider both the actions -and omissions- of the State that affected the construction of cotton as an element of identification in the area, as well as the particular dynamics of family producers and their modes of association.
Keywords: Cotton- rural development - Entre Ríos- family producers- territory.
Introducción
Aunque desde los primeros ensayos realizados en las colonias de mediados del siglo XIX es posible rastrear distintas experiencias de cultivo de algodón en Entre Ríos, la provincia no se encuentra entre los territorios tradicionalmente identificados con el cultivo ni ocupa un lugar central en la producción en Argentina. Si consideramos el promedio de hectáreas sembradas entre 2011 y 2016 en el país, la provincia representa solo el 0.2% del área total, encontrándose muy por debajo de aquellas que lideraron la producción: Chaco (45.55%), Santa Fe (21.12%) y Santiago del Estero (27.09%) (Ministerio de Agroindustria, 2017). Efectivamente, desde la década del 1970 Chaco y, aunque con un amplio margen de diferencia, Santiago del Estero, Santa Fe y Formosa constituyeron el 95% de la participación en la producción nacional algodonera (Delssín, 2013). Ello explica que las investigaciones que abordaron el cultivo de algodón no repararan en la provincia de Entre Ríos (García, 2007; Carlino, 2009; Quirolo, 2013; Girbal Blacha, 2005; 2013; Guy, 1993, 2000; Larramendy y Pellegrino, 2005) y profundizaran en el análisis del caso de Chaco (Beck, 2003; Mari, 2015; Ventura, 2016; Valenzuela y Mari, 2017; Valenzuela, 2018, Moglia, 2019), incluyendo en ocasiones también el llamado Gran Chaco Argentino, que contempla las provincias de Chaco, Formosa, este de Salta, Santiago del Estero y norte de Santa Fe (Bageneta, 2015).
Las investigaciones que abordan el Territorio Nacional –y luego provincia– del Chaco identifican la centralidad del cultivo desde la década de 1910 hasta su estancamiento y crisis en los años 60, quedando luego los procesos de expansión y retroceso ligados a particularidades de las coyunturas macroeconómicas (Moglia, 2019). Entre los estudios citados, nos interesa destacar el aporte de Valenzuela, quien examina los procesos de arraigo y pervivencia de la agricultura algodonera familiar en esta provincia en el contexto de reestructuración de la agricultura de los últimos veinte años. La autora señala que ello ha sido posible debido a que el algodón se constituyó en Chaco como un “elemento identitario esencial” dando lugar a la “construcción de una territorialidad productiva –la agricultura algodonera familiar– con el apoyo y sostén de la política pública” (2018, p. 906).
En este trabajo partiremos de la hipótesis de que, si bien el algodón en Entre Ríos no ha sido predominante en términos cuantitativos, en el norte y especialmente en algunos centros de población rural dispersa del Departamento La Paz la agricultura algodonera familiar se ha configurado como una territorialidad productiva. Nos interesa destacar que la particularidad del caso entrerriano reside en su consolidación tardía y su evolución descompasada del resto del país: a pesar de los ensayos realizados en la provincia desde el siglo anterior, los inicios de la construcción del territorio algodonero corresponden a la década de 1980 en relación con la emergencia de políticas públicas destinadas al desarrollo de la región durante esos años. De este modo, nos proponemos realizar una primera aproximación al proceso de construcción de esa territorialidad a partir de las normativas, las estadísticas y las narrativas locales, considerando desde los impulsos iniciales del cultivo hasta las experiencias recientes que, en un contexto de fuerte reestructuración productiva y consolidación del modelo de agronegocios, también presentan particularidades en relación con el resto del país.
En línea con Valenzuela y Figueroa, concebimos el territorio como “expresión y sedimento del conjunto de acciones que construyen el espacio geográfico”, que “implica inevitablemente las dimensiones política, identitaria y afectiva” de ese espacio (2012, p. 58). De este modo, al analizar la construcción de la territorialidad productiva algodonera en el norte entrerriano nos interesa considerar las relaciones interpersonales y sociales, la expresión del sentido de pertenencia, la construcción identitaria y la ligazón afectiva con el espacio (2012). En el mismo sentido, para la definición del marco de referencia territorial no nos circunscribimos a una unidad administrativa sino que focalizamos en los centros de población rural dispersa fundados como colonias en el norte del Departamento La Paz, en los que en las décadas del ochenta y noventa se localizó la expansión del algodón y desde comienzos del nuevo siglo se desarrollaron experiencias de retorno al cultivo[2].
Para señalar el modo en que las políticas públicas despliegan territorialidades específicas, considerando tanto las acciones –y omisiones –del Estado que incidieron en la construcción del algodón como elemento de identificación en la zona, como las particulares dinámicas de los productores familiares y sus modos de asociatividad, recurrimos a normativas, diagnósticos, estadísticas y material hemerográfico. Con el objeto de considerar asimismo la importancia asignada al cultivo del algodón en las narrativas locales recuperamos entrevistas a productores de la zona y a un ex trabajador de la Secretaría de Agricultura Familiar en Entre Ríos, así como a registros del trabajo de campo etnográfico –conversaciones informales y observación participante– desarrollado entre 2018 y 2020. Iniciamos el artículo refiriendo al particular proceso de construcción del territorio del norte para luego centrarnos en los diferentes momentos de desarrollo del algodón en la zona.
1. Hacia el desarrollo del norte
El denominado “norte” de Entre Ríos incluye fundamentalmente el área que corresponde a los departamentos La Paz, Federal y Feliciano y reúne una serie de características que lo diferencian del resto de la provincia, que presenta mayores similitudes con la llamada región pampeana (Barsky y Pucciarelli,1997). A grandes rasgos, podemos decir que estos departamentos se caracterizan por condiciones agroecológicas y productivas particulares, alto porcentaje de población rural y la situación socioeconómica y educativa desfavorable de sus habitantes (Petitti, Chelotti y Schmuck, 2018). De acuerdo a la segmentación que realizan las distintas políticas y/u organizaciones que trabajan en el territorio, al delimitar la zona a veces también se contemplan áreas aledañas y en algunos casos se refiere al “centro-norte”.[3]
La diferenciación de esta región del resto de la provincia se afianzó a fines de siglo XIX, por lo que es posible retrotraerse a épocas en que la zona se constituye como un área pujante. Así, desde mediados del siglo XVIII y hasta los conflictos revolucionarios de principios del XIX, la reducción de grupos indígenas entrerrianos y el avance sobre nuevas tierras inauguró una etapa de bonanza en tres zonas de la actual provincia entrerriana, entre las que se encuentra el territorio ganadero ubicado a la vera de los arroyos Grande y Guayquiraró, que actualmente corresponde a los departamentos La Paz y Feliciano. Ese norte entrerriano, en tanto área recientemente ocupada, aunque no tenía tierras con indicadores de fertilidad comparables a otras regiones, contaba con “tierra en abundancia y factores productivos vírgenes” (Djenderedjian, 2000, p.11).
La expansión ganadera de la provincia se extendió hasta mediados del siglo XIX. Durante las gobernaciones de Echagüe (1832-1841) y Urquiza (1841-1854), la provincia fue pionera en iniciativas de poblamiento y se incentivó la diversificación de cultivos. Luego de un detenimiento de estas iniciativas, a partir de 1880 la fundación de colonias y la expansión agrícola se aceleraron significativamente. Hacia fines de siglo, Entre Ríos había creado 163 colonias conformadas a partir de familias de diversas nacionalidades (Mateo, 2017), entre las que se encuentra la fundación en 1889 de la Colonia San Gustavo a partir de la radicación de familias de Italia del Piamonte en el norte de La Paz. Particularmente entre 1875 y 1888, tuvo lugar una experiencia de colonización localizada en el inmediato hinterland de los principales núcleos poblacionales de la provincia y significó, hacia el final del período, la creación de colonias ejidales en La Paz (1886) y Feliciano (1888).
No obstante estas experiencias, hasta la década de 1930, las iniciativas estuvieron centradas fundamentalmente en las tierras consideradas de mayor rendimiento agropecuario, ubicadas en el sureste, centro y centro-este de la provincia[4]. Fue durante la gestión de Luis Etchevehere (1931-1935) que se promovió el asentamiento en los departamentos del centro y el norte de población que provenía fundamentalmente de otros puntos de la provincia. A la luz de la Ley de Transformación Agraria sancionada en julio de 1934, en 1935 se creó el Consejo Agrario de la provincia, se adquirieron seis explotaciones e inició un proceso dinámico de creación de colonias en los departamentos Federación, Villaguay, Paraná, La Paz, Concordia y Concepción del Uruguay. Posteriormente, con el gobierno de Raúl L. Uranga (1958- 1962), el proceso de colonización oficial recibió un nuevo impulso. Entre 1960 y 1965, la provincia adquirió tierras para formar doce colonias agrícolas y granjeras que se ubicaron principalmente en el norte. Fue durante estos años que se creó gran parte de las colonias con tradición algodonera ubicadas en el norte del departamento La Paz. Entre los fundamentos de la creación de la colonia Nº 14, lindante con la colonia Nº3 que había sido fundada treinta años atrás, se señala[5]”:
… el crecimiento vegetativo ha sido extraordinario y la casi totalidad de los hijos de los agricultores [de la colonia Nº3], educados y preparados para las actividades del campo, se ven obligados a dedicarse a otras actividades ajenas a su vocación, produciéndose el prolongado éxodo a los centros urbanos y a otras provincias, perdiéndose el mejor y más capacitado elemento humano para aumentar nuestra producción y cimentar nuestra economía (Decreto 5663/60).
Junto a estas iniciativas, desde la segunda mitad del siglo XX el norte comienza a ser un espacio privilegiado para el establecimiento de proyectos de “desarrollo” o “desarrollo rural” en la provincia, destacándose aquellos centrados en la promoción del cultivo de algodón sobre los que volveremos.[6] Además, entre los proyectos anclados en el territorio, se llevaron adelante el Programa de Expansión y Mejoramiento de la Enseñanza Rural (EMER) y de la Educación Técnica Agropecuaria (EMETA), dos políticas de alcance nacional orientadas a la educación rural con financiamiento del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) que iniciaron sus estudios previos durante las intervenciones dictatoriales de fines de los años 70 y continuaron en el gobierno democrático de Montiel (Petitti, 2019). Durante su gestión hubo un nuevo impulso colonizador. En el marco de la Ley de Transformación Agraria (N° 7685) sancionada en 1985, que estableció un Fondo de Colonización y Desarrollo el Instituto Provincial de Transformación y Colonización Agraria de Entre Ríos (I.P.T.Y.C.A.E.R.), se crearon cuatro nuevas colonias.
En los años noventa, a partir de los programas de desarrollo rural que emergieron junto a las políticas neoliberales y en estrecha relación con iniciativas de organismos internacionales y el MERCOSUR, surgieron en Argentina las primeras políticas públicas nacionales específicamente destinadas a la agricultura familiar (AF). Luego, durante los gobiernos de Néstor Kirchner (2003-2007) y Cristina Fernández (2007-2015), se dio un proceso de institucionalización estatal de estas políticas y se multiplicaron las estrategias dirigidas al sector (Juárez et al., 2017). En Entre Ríos advertimos la centralidad de políticas como el Programa Social Agropecuario (PSA), que se inició en 1993 y tuvo particular incidencia en los departamentos del norte, y posteriormente el Proyecto de Desarrollo de Pequeños Productores Agropecuarios (PROINDER), llevado adelante entre 1998 y 2007 y luego entre 2009 y 2011. En lo que refiere al acompañamiento a la producción algodonera, se llevaron a cabo acciones nacionales destinadas al sector a partir de la creación de Mesa Algodonera Nacional en 2004, de la Ley de Fomento de la Producción Algodonera y el Fondo Compensatorio en 2006 y la entrega de subsidios para productores entre 10 y 100 hectáreas en 2008 (Valenzuela, 2018).
Durante el gobierno de Mauricio Macri (2015-2019) se interrumpieron o debilitaron las líneas de financiamiento y políticas de la AF. En este contexto, se sucedieron despidos en todo el territorio nacional de trabajadores vinculados a estas políticas, en ese entonces bajo la órbita del Ministerio de Agroindustria, que a fines de 2018 despidió a la mitad de los trabajadores de Secretaría de AF en Entre Ríos y a seis de las siete personas que se desempeñaban en la zona de La Paz y Feliciano.
En 2016, el gobierno provincial realizó un trabajo sobre la zona en tanto región “que presenta menor desarrollo en la provincia” (Entre Ríos, 2016, p. 3). El informe reivindica la pertenencia de los departamentos La Paz, Federal, Feliciano y Federación a la región del noroeste argentino con el fin de que la zona sea contemplada en las inversiones propuestas por el Plan Belgrano, que se propuso la promoción del desarrollo social, productivo y de infraestructura para el norte del país.[7] Según nos manifestó en una conversación informal una referente del gobierno, se trata de una caracterización orientada a “pelear fondos de la nación para la provincia”, por lo que se recurrió al señalamiento de los indicadores en los que la zona se encuentra más desfavorecida. Señalamos esta cuestión porque la descripción de la zona como la “menos desarrollada” y la “más desfavorecida” en tanto estrategia por la disputa de recursos ha sido una constante en las caracterizaciones con que nos hemos encontrado.
2. El impulso inicial al algodón
En la época pre-colonial los pueblos originarios del actual litoral argentino eran productores de algodón, pero luego de la Independencia argentina la producción cayó y medio siglo después eran escasas las hectáreas dedicadas a su cultivo (Guy, 2000; Girbal Blacha, 2012). En Entre Ríos hallamos registros en las colonias impulsadas por Urquiza en la segunda mitad del siglo XIX. La siembra se encuentra entre los propósitos de los ensayos llevados adelante en Villa Urquiza[8] y San José, la colonia creada en 1857 en el departamento Colón.[9]
En la primera campaña de fomento nacional llevada a cabo por el gobierno de Mitre en 1862, cuyos logros no fueron alentadores, Entre Ríos figura dentro de la región identificada como algodonera (Ladaga, 1952). Según señala Guy, en medio de los primeros pronósticos desalentadores ante el impulso del cultivo, entre los “pocos intrépidos agricultores inmigrantes, algunos de los cuales habían plantado algodón en otros lugares (…), se encontraba el capitán Forrest, un norteamericano que cultivaba algodón en Paraná entre 1864 y 1867” (1993, p. 104). Este impulso al cultivo de algodón, señala Guy (1993), se enmarca en la crisis algodonera británica, producto de la Guerra de Secesión que incapacitaba a Estados Unidos de proveerles de materia prima.[10] Posteriormente, en las colonias ejidales, que como dijimos fueron creadas cerca de las principales localidades entre 1875 y 1888, también se registra la producción de algodón entre los cultivos relevados en las zonas periurbanas de quintas y chacras que llevaban a cabo actividades productivas diversificadas (Rodríguez y Flores, 2006).
A comienzos de la década del 1920 la crisis de la cosecha de algodón en los EE.UU y la proyección de su escasez impactó en el alza de precios y en Argentina “se tradujo en mayores oportunidades para superar los elevados costos de producción del algodón que se habían registrado durante la Primera Guerra Mundial” (Guy, 2000, p. 4). Las estrategias e incentivos para potenciar el cultivo se localizaron en Chaco, Corrientes, Santa Fe, Santiago del Estero, Catamarca y La Rioja (Guy, 2000), en un contexto en el que la industria algodonera lideró la industrialización por sustitución de importaciones del país (Moglia, 2019, p. 270). En 1926 se realizó en Chaco el I Congreso algodonero argentino dando inicio a un conjunto de medidas que no constituyeron una estrategia integral, sino que fundamentalmente se orientaron a paliar coyunturalmente las desigualdades (Valenzuela, 2018, p. 115). Para ese entonces existían en esa provincia 36 establecimientos industriales destinados al desmote del algodón (Moglia, 2019) y se estaban creando las primeras cooperativas algodoneras, que para 1934 asociaban al 75% de los productores de los departamentos algodoneros de Napalpí y Campo (Beck, 2003). Durante la década del 1930 en el marco de la creación de Juntas Reguladoras por parte del gobierno nacional, se creó la Junta Nacional del Algodón, cuyo funcionamiento significó la introducción de nuevas prácticas agrícolas, métodos de control de plagas y la creación de Estaciones Experimentales.
Fue durante el gobierno de Tibiletti (1935-1939) que en la provincia de Entre Ríos se promulgaron decretos estableciendo el interés provincial del algodón, se distribuyeron semillas entre potenciales agricultores como “una alternativa para rotar con otros cultivos tradicionales” y una “nueva fuente de riqueza” y se publicaron “Directivas para el Cultivo de Algodón” (Martínez de Quinteros y Bussón, 1987). A pesar de este impulso, el cultivo no parece haberse arraigado en Entre Ríos, dado que entre 1940 y 1952 no se registran datos de siembra en la provincia.[11] En efecto, la provincia no contaba con establecimientos industriales destinados al desmote, así como tampoco se organizaron cooperativas.
En consonancia con la sanción de la Ley 14.770 que creaba la Junta Nacional del Algodón, es a partir de 1958 que, luego de una primera prueba en un campo de 25 hectáreas en el norte del departamento La Paz, se inicia el proceso de experimentación e impulso a la producción en el norte. En 1960, la producción extensiva de algodón se difundió particularmente en los departamentos La Paz y Feliciano en el marco de la llamada campaña de “Intensificación del cultivo de algodón”, que respondió a “inquietudes de productores de la zona norte” y argumentaba que el cultivo “redundaría en apreciables beneficios para la economía general de la Provincia y constituiría un decisivo factor de éxito en la política de reactivación del agro entrerriano”. La campaña fomentó la participación de cooperativas, significó la creación de una delegación en la provincia de la Junta Nacional del Algodón y promovió el otorgamiento de créditos especiales del Banco de Entre Ríos para productores del norte con el fin de “afrontar los gastos de preparación de la tierra, adquisición de semilla, cuidados culturales, gastos de recolección y adquisición de envases” (Decreto 6724/60). El auspicio al cultivo se extendió durante el posterior período de intervención de la provincia “con resultados satisfactorios” (Entre Ríos, 1963) pero la siembra continua se estableció fundamentalmente desde principios de la década siguiente.
Campaña | Sup_Sembrada (Hectareas) | Sup_Cosechada (Hectarea) | Producción (Toneladas) | Rendimiento (Kg /Ha) |
1969/1970 | 200 | 200 | 180 | 900 |
1970/1971 | 140 | 120 | 84 | 700 |
1971/1972 | 130 | 130 | 90 | 692 |
1972/1973 | 150 | 130 | 90 | 692 |
1973/1974 | 400 | 345 | 520 | 1.507 |
1974/1975 | 1.000 | 800 | 606 | 758 |
1975/1976 | 700 | 660 | 721 | 1.092 |
1976/1977 | 1.200 | 1.000 | 722 | 722 |
1977/1978 | 440 | 340 | 289 | 850 |
1978/1979 | 1.100 | 1.015 | 880 | 867 |
1979/1980 | 1.300 | 1.250 | 987 | 790 |
1980/1981 | 1.300 | 1.200 | 1.260 | 1.050 |
1981/1982 | 250 | 200 | 266 | 1.330 |
1982/1983 | 450 | 450 | 900 | 2.000 |
1983/1984 | 700 | 670 | 870 | 1.299 |
Durante el gobierno de Ricardo Favre (1966-1973), que coincidió con el proceso de reducción de la superficie cultivada de algodón y el inicio de la diversificación productiva en Chaco (Moglia, 2019; Beck, 2003), el Consejo Provincial de Desarrollo de la provincia de Entre Ríos elaboró un plan en el que advertía que el algodón “registra escasa superficie en la provincia, localizándose en el Departamento La Paz” y destacaba como inconvenientes para su desarrollo la falta de plantas desmotadoras y “el exceso de humedad (rocíos) en la época de cosecha, produciéndose el manchado de la fibra. Por eso, no tiene perspectiva en nuestra provincia.” (Consejo Provincial de Desarrollo, 1969). En 1970 se creó el Fondo Algodonero Nacional, que entre sus objetivos propuso estrategias de modernización y cambio productivo; sin embargo, quienes mantuvieron el cultivo del algodón en Chaco fueron fundamentalmente los pequeños productores con escasa capitalización, mientras que los medianos y los grandes productores optaron por la diversificación productiva (Moglia, 2019, p. 281).
En este contexto, en Entre Ríos, durante el gobierno de Tomas Cresto (1973-1976), el cultivo recibió un nuevo impulso con el llamado “Plan para la promoción del algodón en la zona norte de la provincia”[12] orientado a los pequeños productores y la Agencia de Extensión del INTA en La Paz lo tuvo como una de sus líneas de trabajo centrales, destacándose la realización de ensayos demostrativos en campos de productores para identificar los cultivares que se adaptaban mejor a la zona. Los rendimientos se estabilizan hasta la campaña 1980/1981 a partir de la cual decrecen, hasta los años 1984/1985, cuando se produce el fenómeno de notable expansión (Tabla 1) en el que nos centraremos a continuación.
3. En busca del desarrollo del norte: la época del “oro blanco”
Con el retorno de la democracia, se sancionó la ley nacional Nº 23.107/84 que establecía un régimen previsional para los trabajadores de la actividad algodonera, que promovió que pequeños productores y cosecheros obtuvieran asignaciones familiares, obra social y aportes jubilatorios.[13] En la provincia de Entre Ríos durante el gobierno de Sergio Montiel (1983-1987) se inició un nuevo periodo de promoción de la producción algodonera centrada exclusivamente en el norte.[14] Entre los primeros proyectos de la gestión, se encuentra el de Desarrollo del centro-norte, que motivó un detallado informe de situación de la zona realizado junto al INTA y el Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura (IICA-OEA). A partir de la recuperación de la información censal entre 1937 y 1974, el informe señala que el uso del suelo en la zona centro-norte ha sido predominantemente ganadero, destinándose entre el 78% y el 83% de la superficie total del área a este rubro, mientras el promedio provincial había variado entre el 45% y el 47% del total (Entre Ríos-INTA-IICA, 1983).
Este diagnóstico sirvió de base al Plan de reactivación del norte entrerriano. El Plan parte de la afirmación del buen rendimiento del cultivo en la zona y pondera las experiencias de promoción del algodón de las décadas anteriores como argumento para impulsar el estímulo a su producción, fundamentalmente entre los productores más pequeños y adoptando diferentes medidas: créditos, distribución de semillas, préstamos de herramientas y tractores, fomento de la organización mediante cooperativas. Según expresa un informe realizado en 1987, el programa era destinado preferentemente a productores algodoneros propietarios o arrendatarios que trabajen en “fracciones menores a 200 hectáreas de superficie y con un área sembrada que no supere las 50 hectáreas” (Martínez de Quinteros y Bussón, 1987, p. 13). Este informe, no obstante, deja entrever algunas posibles contradicciones sobre el rendimiento: “Son amplias y contradictorias las estadísticas al respecto. Este trabajo pretende mostrar una realidad: deseos de reactivación” (Martínez de Quinteros y Bussón, 1987, p. 13).
En consonancia con este impulso gubernamental se advierte la construcción de un discurso auspicioso del cultivo por parte de la prensa oficial que permite trazar una semejanza con la promoción del algodón en la provincia del Chaco durante el primer tercio del siglo XX. En la prensa de La Paz de esos años se destacan anuncios celebratorios de las bondades del cultivo, notas asociadas a los buenos resultados del proyecto y la referencia a la “nobleza” del algodón:
Sembrando algodón incorpora una nueva fuente de ingresos a su campo. Este cultivo es un generador de ganancias y puede realizarse en pequeñas extensiones de tierra (…) el algodón es muy noble. La nobleza de este textil oleaginoso mereció la denominación de “Oro Blanco” (Periódico El Paceño, 29 de julio de 1987).
También el INTA hace referencias en sus publicaciones a los beneficios asociados al cultivo, incluyendo entrevistas y testimonios de productores algodoneros de la zona:
Me gusta dedicarme a este cultivo porque el algodón es muy noble y personalmente me da muchas satisfacciones. El productor agropecuario debe aprender primero a querer la tierra, a trabajarla con cariño, con esmero y dedicación; poniendo lo mejor de sí en cada una de las etapas; depositar la semilla, ver nacer y crecer la planta; florecer y después las satisfacciones vendrán cuando esas flores, en el caso del algodón, se conviertan en delicados capullos, el bien llamado “Oro Blanco” (INTA, 1987a).
Ahora bien, cabe preguntarse en qué medida estas políticas se vieron traducidas en el incremento de la producción del cultivo. Particularmente en el departamento La Paz, de acuerdo a la información disponible sobre la superficie sembrada con algodón, podemos observar un paulatino aumento a partir de 1984 hasta llegar a un pico en la producción con 3500 y 4600 hectáreas sembradas en 1988 y 1989 respectivamente, coincidiendo con el impuso dado durante el gobierno de Montiel. Luego de una caída a comienzos de los 90, se produjo un incremento a mediados de la década llegando a las 2500 hectáreas sembradas en 1996 (Ministerio de Agroindustria, 2018). La incidencia de La Paz en la producción entrerriana de algodón queda en evidencia al considerar el modo en que la variación en la cantidad de hectáreas cultivadas en el departamento coincide con la dinámica de toda la provincia (Ver Gráfico 1).
Interesa considerar, no obstante, que ni siquiera durante los años de mayor producción el cultivo de algodón llegó a alcanzar la cantidad de hectáreas sembradas con otros productos como el lino, el maíz y la avena (Ver Gráfico 2). Por otra parte, el cultivo era realizado exclusivamente por pequeños productores que no tenían capacidad de tecnificación, a diferencia de lo que señalamos para el caso de la provincia de Chaco, adonde además de que hasta la década de 1970 el algodón se constituyó como el principal cultivo, además de los pequeños productores con escasa capitalización se contó con medianos y grandes productores que pudieron a partir de entonces diversificar la producción y adaptarse a las demandas del mercado internacional o aprovechar los créditos para adquirir maquinaria y mejorar los rendimientos.
Sin embargo, particularmente en las colonias del norte del departamento en las que centramos nuestro trabajo, advertimos la importancia asignada en las narrativas locales a este cultivo, cuya evolución favorable se corresponde con relatos que construyen el espacio rural como poblado y pujante.
Entre los testimonios sobre los años de 80, se destaca la referencia a la importante demanda de trabajo: la recolección de capullos, en tanto actividad intensiva en fuerza de trabajo que permitiría la participación de toda la familia y que incluso los pequeños productores contrataran eventualmente trabajadores durante la carpida o la cosecha. En las colonias, pudimos recuperar diversas anécdotas relacionadas con las largas jornadas de trabajo, las fiestas de los sábados luego de la paga semanal a los cosecheros y los viajes a Goya (Corrientes) o Reconquista (Santa Fe) adonde durante un período los varones de la familia llevaban la cosecha a una desmotadora. Estos recuerdos guardan notoria similitud con las descripciones de Kristi Stolen sobre una colonia algodonera del norte de Santa Fe entre los setenta y los ochenta, donde identifica una “relación romántica” de las familias con el algodón, del cual destacan “su belleza, nobleza y fortaleza” (2004, p. 124).
La mayor demanda de trabajo que generaba el cultivo se volvía particularmente evidente durante los meses de cosecha y entre los productores más pequeños, como señala un descendiente de productores algodoneros:
En los ochenta había gente que trabajaba seis meses con eso y después vivía todo el año. No te digo que no hacían nada, el resto del año hacían changas y otras cosas, pero esos seis meses le repercutían para vivir mejor todo el año (…). Pero había de todo, gente que nomás cultivaba y gente que era ganadera y sembraba un poquito de algodón también había. Y había gente que era muy pequeño productor. Era peón de campo a lo mejor, que seguía siendo peón de campo, seguía trabajando en la estancia pero a su vez tenía su lote de algodón o a veces capaz en un campito que arrendaba. Eso fue lo que hizo un cambio interesante porque el tipo de andar a caballo pasaba de un año a otro a vivir mejor económicamente, comprarse un autito, su rastrojero, comer mejor, vestirse mejor, así empezó. Porque si un tipo gana 1 millón o 10 millones siempre se va a gastar lo mismo, ahora, si eso se desparrama entre los demás de la zona, ahí es donde ves la diferencia. El tipo del bolicho de campo o comercio de la zona, al que le vendía 5 kilos de carne por semana le empezó a vender 10 o 12, le empezó a vender más pan, se consumía más de todo, se vendía más ropa. Era como un reguero de pólvora (Entrevista a productor de Colonia Nº14, abril de 2020).
Según información oficial, en febrero de 1985, a pocos meses de su implementación en el norte entrerriano, este régimen había alcanzado a 156 productores minifundistas y 321 braceros con sus familias (Entre Ríos, 1986). En este sentido, en 1984 y 1985 se realizaron censos “en todas las zonas en las que se pudo ‘penetrar’ para empadronar a la población, encontrándose muchas familias sin documentación” (Martínez de Quinteros y Bussón 1987, p. 16). Asimismo, al calor de las políticas de promoción del cultivo, además de registrarse inversiones en las escuelas asociadas a los programas educativos que mencionamos, se ampliaron los servicios de electrificación y telefonía y realizaron obras como la repavimentación de tramos de la ruta provincial Nº1, que recorre el departamento La Paz dirección noreste y lo une con Feliciano. Particularmente en la colonia Nº 14, en 1988 se efectuó un tramo del ripio que conecta la población con la ruta asfaltada, al tiempo que el club vivió su época de apogeo en tanto espacio que reunía a numerosas personas en eventos sociales y torneos deportivos. En esta colonia, participamos de la conversación que don Pedro, un hombre de 75 años, comparte con su hijo Raúl y sus nietos sobre esos años:
-Pedro: Nosotros toda la vida fuimos algodoneros. En los buenos años acá se hacía buen algodón. Sembramos bien y cosechamos bien porque valía el algodón, todo a mano, con una maquinita tirada a caballo nomás. En la época de la cosecha tomábamos gente, a veces costaba pagarle pero también hacíamos pan y tortitas negras y vendíamos a la gente, que se juntaba mucha, durante los sábados que se pagaba. Yo todos los años con el algodón me compraba un autito, un autito viejo pero todos los años lo cambiaba y así andábamos (…) Sembrábamos acá, allá…y antes no teníamos galpón y entonces metíamos en la casa, acá se echaba el algodón, dejábamos lugar para dormir y después todo lleno de algodón… Y qué…acá trabajaban todos, chiquitos, grandes. Los chicos [en relación a sus hijos] cuando venían de la escuela venían a sacar algodón (…).
-Raúl: Era un tiempo duro, pero que se vivía feliz, (…) te la regalo en pleno calor, ¡los tábanos! Con las chicas andábamos en la casa en medio del algodón. Andábamos con la vela y jugábamos y hacíamos hueco entre el algodón, qué peligro. Yo lo pienso ahora y era un peligro (Registro de campo, julio de 2018).
Entre los objetivos de las políticas de promoción del cultivo se encontraban estímulos para la conformación de cooperativas. Al calor de estos incentivos y ante el florecimiento de las organizaciones luego del retorno de la democracia en el país que incidió en el norte entrerriano (Dupleich, 2007), desde mediados de los ochenta comenzaron a surgir –nuevamente de modo tardío, si recordamos que en Chaco su conformación se remonta a principios de siglo– espacios de asociación entre productores de las colonias. Entre estas organizaciones, resurgió la CEPAL, una cooperativa tambera que había sido creada en la década de 1960 principalmente por familias de San Gustavo y la colonia Nº 3 y 14. En 1985 realizó su primera experiencia de producción de algodón y comenzó a acrecentar los volúmenes de industrialización de quesos, acopio de leche y también de algodón, así como aumentó el número de socios. Según expresa un productor que integró la cooperativa, junto al desarrollo del algodón se destacó el funcionamiento de los tambos, siendo el algodón un cultivo propicio para diversificar la explotación ganadera de cría y el aprovechamiento del ganado en el tambo. La cooperativa, además, en 1986 se introdujo en la experiencia de cosecha mecánica adquiriendo a través de un crédito del Banco de Entre Ríos una cosechadora para utilizar en los campos de los productores socios, aunque se señala que solo cuatro de ellos contaban con un área de siembra suficiente para utilizarla (INTA, 2007).
En 1986 también se creó la Cooperativa Algodonera San Ramírez con productores que pertenecían fundamentalmente a las colonias Ombú y San Ramírez[15]. A propósito de una entrevista realizada para una publicación del INTA, su entonces presidente expresa:
Nació porque se trata de nuclear la producción, agrupándonos para recibir mancomunadamente más y mejores beneficios como productores algodoneros (…) Varias veces hemos recalcado que el productor de algodón es minifundista y siempre que se pone en vigencia alguna línea de crédito para apoyar a este sector aparece la dificultad de que este productor no lo puede adquirir porque no llena los requisitos (…). El fin principal de esta cooperativa es defender los valores de la producción; para que ésta tenga la rentabilidad adecuada a los esfuerzos del productor (INTA, 1987b).
El punto más álgido del impulso al cultivo algodonero se relaciona con la creación de una desmotadora en Feliciano, una planta que contaba con una capacidad de desmote de 94 mil kilos diarios a partir del trabajo de 40 operarios permanentes y 10 transitorios (Gobierno de Entre Ríos, 1986). La inversión, con fuerte respaldo del Estado a través de préstamos del Banco de Entre Ríos y por su intermedio el Banco del Chaco, fue realizada por Paranatex, una emblemática fábrica de hilados y estampados situada en la ciudad de Paraná desde la fines de la década 1940. La importancia de esta inversión, así como la centralidad de su ubicación, es resaltada por el propio gobernador Montiel:
Es completar el circuito productivo industrial (…) De allí saldrá el algodón preparado para las dos fábricas de algodón hidrófilo que hay en la provincia, se separará la semilla para la industrialización o para nuevas siembras, y con los deshechos, se espera instalar industrias para su elaboración (…). Cuando nosotros planteamos la necesidad de que la desmotadora fuera en Feliciano, tuvimos que convencer a todos los que participaban de este proyecto, porque Feliciano carece inclusive de mano de obra especializada como para atender esta fábrica. Pese a ello, fue condición sine cuanum del gobierno, para darle nuestro apoyo y el crediticio, la realización de esta industria en Feliciano y no en Paraná, porque entendíamos era fundamental para llevar a cabo la transformación que proponíamos (INTA, 1986).
En 1988, ante la quiebra de Paranatex, la desmotadora quedó a disposición del Banco de Entre Ríos, garante del crédito para la inversión. En el contexto del cambio de gestión, los productores iniciaron conversaciones con las nuevas autoridades del gobierno de Jorge Busti (1987-1991), que cedió la planta en comodato para su administración a una nueva asociación conformada a partir de productores integrantes de las cooperativas CEPAL, San Ramírez y El Chañar.
Durante la década de 1990, a partir de las políticas económicas nacionales orientadas hacia la apertura y desregulación comercial y financiera, el sector se volvió particularmente sensible a la fluctuación de precios internacionales. Así, entre 1990 y 1998 se vivió una “primavera algodonera”: subieron la demanda y los precios y con ello la superficie y el volumen del cultivo, así como el nivel de exportaciones y las inversiones en cambios tecnológicos por parte de algunos sectores.
En el marco del Programa de Desarrollo del Norte de Entre Ríos elaborado en los años 90 por el gobierno de Entre Ríos, organismos no gubernamentales y oficiales presentaron a la Subsecretaría de Planificación y Control una serie de proyectos para ser gestionados en el campo internacional para obtener cooperación y apoyo técnico y financiero. Uno de esos proyectos estaba destinado al algodón y se titulaba “Rescate y promoción del trabajo artesanal de hilado y tejido en telar de lana y algodón como alternativa productiva complementaria de la mujer campesina y su familia del norte entrerriano” (Suárez, 1995: 169). El objetivo del mismo residía en contribuir a mejorar las condiciones de vida y ocupación de la mujer campesina y sus familias, mediante la promoción cultural, tecnológica y comercial del hilado y tejido artesanal de la lana, y asimismo el algodón y la organización del sector.
Pero llegando a fin de siglo, Argentina sufrió una considerable baja en el precio y la demanda de la fibra (sobre todo de Brasil), al tiempo que el fenómeno climático de El Niño azotó con pérdidas a toda la región entre 1997 y 1998. Así, en medio de la crisis económica y social en el país, la “crisis algodonera” significó un descenso brusco en el cultivo de algodón, serias dificultades para el sector desmotador –que luego se achicó y concentró– y el cierre de numerosas cooperativas (Ventura, 2016).
Campaña* Sup_Sembrada (Hectareas) Sup_Cosechada (Hectarea) Producción (Toneladas) Rendimiento (Kg /Ha) 1984/1985 1.400 1.250 1.500 1.200 1985/1986 1.990 1.290 1.548 1.200 1986/1987 1.850 1.530 1.850 1.209 1987/1988 3.500 3.500 4.900 1.400 1988/1989 4.600 3.370 2.357 699 1992/1993 350 350 500 1.429 1993/1994 700 650 800 1.231 1994/1995 1.300 1.260 1.900 1.508 1995/1996 2.500 1.350 1.485 1.100 1996/1997 1.600 1.600 2.400 1.500 1997/1998 1.700 900 720 800 1998/1999 1.200 1.200 1.200 1.000 1999/2000 400 340 272 800 2000/2001 400 400 480 1.200 2001/2002 150 150 150 1.000 |
En el norte entrerriano, las cooperativas y por consiguiente la planta desmotadora no quedaron exentas de esta crisis ni de los procesos de quiebra y/o cese de la producción.[16] Ello puede verse en el brusco descenso de la cantidad de hectáreas sembradas en el departamento a partir de 1999 (Tabla 2), que desde entonces y hasta 2018 nunca superó las 1000 hectáreas. No obstante, en lo que refiere a la “suerte” de las cooperativas, distintos productores y trabajadores del Estado con participación en la zona señalan que también ha incidido, sobre todo en el caso de la cooperativa San Ramírez, la “mala administración”, la “irresponsabilidad de la cooperativa de prestar a productores que no podían devolver”, así como prácticas “caudillistas” relacionadas con la distribución de los subsidios cuando valían más que el precio del cultivo en baja.
4. El algodón en tiempos de agronegocio
A la par de los cambios que señalamos en la producción algodonera, en las últimas décadas se sucedieron profundas transformaciones ligadas a la progresiva instauración del modelo de agronegocios. Basado en altos niveles de capitalización, escalas extensivas y conexiones más estrechas con las cadenas globales de producción y el capital financiero, este modelo significó cambios en la lógica de acumulación y la estructura agraria (Gras, 2012). En Argentina, el proceso se consolidó primero en la región pampeana pero con el avance de la frontera agrícola también se ha expandido hacia otras zonas, donde la especialización en soja transgénica destinada al mercado externo fue en detrimento de otros cultivos, entre los que se encuentra el algodón.
Como en otras provincias, en Entre Ríos el avance del modelo de agronegocios significó la profundización de la desaparición de pequeñas explotaciones y la intensificación de la concentración de la estructura agraria en perjuicio de las explotaciones agropecuarias de tipo familiar. En las colonias del norte entrerriano, como mostramos en otros trabajos, producto de estos cambios productivos y los crecientes desplazamientos a la ciudad, se destaca la construcción del territorio como un espacio “aislado” y “desolado” y la cantidad de habitantes ha disminuido progresivamente en las últimas dos décadas, profundizándose los relatos del éxodo urbano ya presentes en las iniciativas colonizadores de los sesenta (Schmuck, 2020).
La expansión de la soja en la provincia estuvo posibilitada por la introducción de la tecnología de la semilla resistente al glifosato, que permitió su cultivo incluso en los suelos entrerrianos que no eran aptos –de tipo vertisol–, entre los que se encuentra la región del norte. Así, entre 1999 y 2009, la superficie dedicada a la agricultura pasó de 13,2% al 30,9% y el área dedicada a la soja, que explica el 78,6% de las nuevas hectáreas incorporadas a la agricultura, se cuadriplicó en la provincia. Entre los departamentos históricamente marginales en la producción agrícola, La Paz se destaca junto a Uruguay y Nogoyá por el crecimiento constante de la superficie cultivada y superior a la media, siendo la soja el cultivo principal en expansión (Lauphan, González & Luján, 2018: 91). No obstante, la particularidad de la expansión de la soja en los departamentos del norte respecto de la mayor parte del resto del territorio de la provincia, donde reemplazó principalmente superficies destinadas a otros cultivos, reside en que significó centralmente la retracción de la producción ganadera y el avance de la frontera productiva a partir del desmonte. Puntualmente en La Paz, identificamos que el avance de la soja ha influido en la disminución en el desarrollo del cultivo de lino. En lo que refiere al algodón, la cantidad de hectáreas cultivadas no parece haber sido particularmente condicionada por el avance de la soja (Ver Gráfico 3).
En este sentido, –y sin dejar de considerar que la cantidad de hectáreas sembradas con algodón, a pesar de la significatividad para la población local, no puede compararse con la superficie destinada en las otras provincias estudiadas–, interesa destacar el modo en que la evolución del cultivo presenta particularidades. En principio, cabe señalar que Chaco y Santiago del Estero, sin contar las provincias de la región pampeana, muestran los incrementos más importantes en áreas destinadas al cultivo de soja entre 1993-2004. Considerando, además de estas provincias, la evolución del área sembrada con algodón y soja en Santa Fe y Formosa durante este periodo, Ventura destaca que el incremento en el área destinada a la soja ocurrió, al menos en parte, en simultáneo con la disminución de la superficie sembrada con algodón, siendo ambas producciones sustitutivas en cuanto al uso de la tierra. Casi inmediatamente se produjo un aumento en los volúmenes de producción del grano y una reducción en la producción de algodón, que afectó fuertemente la oferta local del textil. El punto de cruce entre las curvas se comprueba en el año 1999, cuando la superficie de la leguminosa superó a la algodonera hasta la actualidad (2016: 20).
Según sostiene Delssín (2005), hasta la campaña 2000/2001 existió una relación proporcional entre el precio del algodón y el área sembrada; no obstante, luego de la crisis del sector, los cambios de comportamiento en la producción algodonera impidieron que cuando se recuperaran los precios el área volviera a crecer en correlato. En este cambio de patrón se advierte la centralidad del avance del cultivo de soja al que referimos, que puede explicarse a partir de la asimetría tecnológica entre soja y algodón, que significa una ventaja competitiva en favor de la primera por la mayor flexibilidad en el manejo del cultivo, la logística de cosecha y comercialización del grano que significa una “gestión productiva más simple” y “mayor tolerancia ante errores (…) menor atención y dedicación del productor” (Ventura, 2016, p. 21). Esto, no obstante, explica fundamentalmente el comportamiento de productores medianos y grandes[17], cuya caracterización se aleja de los grupos identificados para el caso del norte de Entre Ríos, mientras se señala que los productores minifundistas y pequeños, que aunque son mayoría aportan un menor porcentaje a la producción total, en algunos casos continuaron respondiendo a las señales de precio, centrando asimismo su decisión de siembra en motivaciones de “tipo cultural y sentimental” (2016, p. 21). En relación con los procesos en la provincia de Chaco, Valenzuela y Figueroa señalan que, en convivencia y pugna con la agricultura de tipo empresarial, desarrollada a gran escala y orientada a la exportación, persisten experiencias ligadas a la pequeña agricultura familiar tradicional, arraigada afectiva e identitariamente a la tierra (2012 p 67).
En este sentido, interesa señalar que en Entre Ríos, aunque la producción del algodón desde la crisis de fin de siglo no volvió a alcanzar los niveles anteriores, una experiencia asociativa da cuenta del interés de pequeños productores por este cultivo en el norte: la Asociación de Pequeños Productores del Centro Norte de Entre Ríos (APROCENER), que surgió en 2004 a partir de un proyecto de extensión de estudiantes y docentes de la Facultad de Ciencias Agropecuarias de la Universidad Nacional de Entre Ríos, quienes recorrieron los departamentos del norte identificando experiencias de cultivo e incentivando la producción. Su creación, además, se dio en el marco del funcionamiento de la Mesa Algodonera Nacional y la presentación del proyecto de Ley Nº 26.060 de Fomento de la Producción Algodonera, aprobado en 2005. La ley tendría aplicación “en las regiones o zonas que por sus características ecológicas, cultura productiva y áreas sembradas reúnan el carácter de "especialización algodonera" y autorizaba al Poder Ejecutivo nacional y a las provincias que adhirieran a la misma, a contratar seguros y servicios conexos, y/o asistir financieramente al productor en su contratación contra las caídas extraordinarias de la producción debido a las adversidades climáticas, físicas, telúricas y biológicas. Asimismo creaba un Fondo de Compensación de Ingresos para la Producción Algodonera con el objeto de garantizar la sustentabilidad del cultivo del algodón atenuando los efectos de las oscilaciones bruscas y negativas de los precios y promoviendo certidumbre de largo plazo para cada productor algodonero.
APROCENER llegó a nuclear a alrededor de 40 productores abocados al algodón y 20 que además realizaban otra actividad. Estos pertenecían principalmente a las colonias Nº 3 y 14 y Ombú y luego se sumaron de la zona de Feliciano, quienes según se había acordado en la asociación producían entre 5 hectáreas, el mínimo que consideraban rentable, y un máximo de 20.
En 2002 arranqué con el algodón, habían repuntado ya un poco los precios (…). Éramos los únicos que hacíamos porque no había más gente que hiciera en la zona (…) lo único que se hacía era soja, maíz, algo de trigo, ya los chicos habían quedado relegados. Mis abuelos, los maternos y paternos, ya habían sembrado algodón, entonces se me ocurrió a mí probar. En ese momento el algodón era más rendidor que la soja, si nosotros hacíamos el costo por hectárea sacábamos un 35 o 40% más que la soja. El trabajo era mucho mayor, era más difícil, no tanto en la siembra sino en la cosecha pero la rentabilidad por hectárea era mayor (…). Empezamos lentamente con un primo hermano a probar en una pequeña superficie y a ver que la rentabilidad era mejor (…). Todos [los productores que luego integraron APROCENER] eran de colonias de la zona. Y después empezamos a incorporar de Feliciano (…). El 95% vivía en zonas rurales, sembraba en la propia chacra o en la chacra de un vecino, y había gente que vivía solamente de esto, gente que tenía algo de ganadería, había de todo… gente que sembraba ponele 50 hectáreas de soja y 30 de algodón. Desde el productor más pequeño hasta me animo a decir un mediano, pero nunca pasó de un mediano. El grande no existía (…). El primer año empecé con 4 hectáreas y el último año en 2013 sembramos con un amigo como 70. Pasé de 4 a 35. (Productor y ex presidente de APROCENER, abril de 2020).
La mecanización de la cosecha se había intensificado en el país durante los noventa con la masiva incorporación de equipos que aumentaban la capacidad de trabajo, aunque cuando surgió APROCENER, en Entre Ríos gran parte de la cosecha aún se realizaba en forma manual. La introducción de cambios en los modos de producción tradicional por parte de los productores del norte se realizó a través de sus propias gestiones ante el Estado y la articulación con otras organizaciones del país, al tiempo que se destacó la “inventiva local”:
Primero traíamos gente de Corrientes y de la ciudad a cosechar pero era complicado (…) se hacía porque no había otra forma (…). Nosotros le pecheamos al gobernador, a la Secretaría de Producción, que queríamos una máquina. (…) Una organización de Chaco[18] nos donó semillas para arrancar e hicimos muchos intercambios (…). Éramos todos algodoneros, del mismo rubro y bueno, cada uno por su particularidad o su zona teníamos diferentes tipos de problemáticas y buscábamos la posibilidad de solucionarlas entre todos. Eso nos sumó mucho, a ellos creo que les sumó muchísimo también nuestra experiencia (…). Mirá, hemos hecho cada cosa (…). Hubo una prueba con vacas. ¿Viste cuando el algodón se descopeta arriba, se corta el cogollo arriba? Le largamos cuatro vacas mansitas para que coman y en cuatro días descopetaron todo. En vez de hacerlo con un agroquímico o a machete, la dejamos a la vaca que comía el copetito de arriba y escupía los cogollos, sin trabajar nosotros lo hizo la vaca. (Entrevista a Productor y ex presidente de APROCENER, abril de 2020).
Entre los cambios en los modos de producir algodón también se incluye el mejoramiento genético que permitió obtener cultivares transgénicos a través de la introducción de la resistencia a insectos, la tolerancia a herbicidas (el glifosato) y una combinación de estas dos características en una misma variedad[19]. En este sentido, el mismo productor expresa:
Todo lo que se estudió y se probó sobre la semilla de algodón fue en el INTA de Chaco, Santiago del Estero, Santa Fe. Pero los rindes son muy diferentes, acá llueve un 40, 50% más que en Chaco, no es necesario el riego, por decirte. Entonces muchas veces los rendidores de crecimiento no hacían el efecto deseado (…) a las pruebas las hacíamos nosotros porque el INTA acá nunca participó (…). El Fondo del Algodón lo tuvimos que tramitar la mayoría de las veces nosotros, la provincia no lo hacía porque no quería (…). Tuvimos que ir un montón de veces a Buenos Aires nosotros, siendo que tenían que levantar un teléfono (Entrevista a productor y ex presidente de APROCENER, abril de 2020).
Entre los fundadores de APROCENER se encontraba un trabajador de la delegación La Paz de Agricultura Familiar, quien también sostiene que:
Nunca hubo una política de Estado de la Secretaría de Agricultura Familiar hacia el algodón en la provincia. Después cuando desde Nación o desde el gobierno preguntaban por el algodón me derivaban a mí porque tenía relación con los productores, conocimiento del cultivo. Cuatro veces armamos la red por el picudo[20] en colaboración con el SENASA, pero venían y ponían las trampas y nada más. Logramos arrancar a Busti una cosechadora de algodón, se instauró lo del surco estrecho[21], que acá no se sembraba, hoy casi todo lo que se siembra es a surco estrecho y cosecha mecánica, eso no existía acá, fue un logro de APROCENER (…). Pero fue una cuestión más de militante que de política de Estado (Entrevista a ex trabajador de la Secretaría de AF Entre Ríos y miembro de APROCENER, abril de 2020).
Entre 2015 y 2016, APROCENER se desarticuló y la gran mayoría de los asociados abandonaron el cultivo de algodón, registrándose solo dos productores en el departamento La Paz en los últimos años, con un total de 1100 hectáreas sembradas en la campaña 2018/2019 en la provincia (Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca, 2020). Entre los motivos señalados, distintos integrantes destacaban el mal estado de los caminos y el aumento del precio de los fletes, la falta de una desmotadora en la zona que reduciría el costo de traslado y, de pertenecer a una asociación de productores, permitiría comercializar la fibra a un mercado menos concentrado y en la misma provincia. Sin embargo, los mismos productores y técnicos insisten en las posibilidades de rentabilidad del algodón, las condiciones climáticas óptimas de la zona para el cultivo que permiten prescindir del riego artificial, generan rindes y calidades superiores a otras regiones que hacen que la “fibra entrerriana sea buscada”.
Me parece que fue en el 2008 o 2009, que tuvimos la cosecha record que un productor sacó 6000 kilos y otro hombre salió 4500 en un lote grande.[22] Acá en esta provincia andaba muy bien. Es verdad que esto no es un promedio que exista, pero si le seguíamos metiendo tecnología se podía, había que meterle nomás. De cuando mandábamos a la desmotadora, primero empezamos mandando a Goya y después también a Reconquista y Corrientes, de ahí eran los parámetros que teníamos de que nuestra calidad de fibra siempre era mejor que las demás. Pero nunca hubo visión. Capaz uno se equivoca pero yo creo que si el gobierno hubiera apostado una semillita un poquito mayor, yo creo que la parte norte de esta provincia hubiera sido un polo algodonero de primera calidad (Entrevista a productor de Colonia Nº14, abril de 2020).
Conclusiones
A lo largo de este trabajo nos propusimos profundizar en el conocimiento acerca de la expansión del algodón en Entre Ríos. Hemos visto que la construcción de la territorialidad algodonera en el norte de la provincia, más que a un aumento considerable de la producción, obedece a la consolidación de una identificación con el llamado “oro blanco” por parte de pequeños y medianos productores relacionados a la agricultura familiar, basada en los beneficios asociados a las políticas que se tradujeron en sensibles mejoras en la zona, el aumento de la demanda de mano de obra y la percepción de la reactivación de la economía a escala local.
Cuando los precios del algodón mejoraron luego de la crisis de fin de siglo, algunos productores familiares, entre quienes encontramos descendientes de productores y/o cosechadores de las décadas anteriores, se orientaron a la producción y no optaron por –o complementaron con– otros cultivos como la soja, a pesar de la asimetría tecnológica que señalamos y disponiéndose a la experimentación incluso en un contexto de falta de apoyo del Estado. Creemos que a pesar de ser poco significativo en términos cuantitativos, este “retorno a la producción” reafirma la construcción de una identificación con el cultivo.
Al mismo tiempo, los vaivenes en la producción y el cese posterior de la gran mayoría de los productores dan cuenta de la centralidad de otro de los elementos considerados constitutivos en la configuración de las territorialidades: la dimensión política. Como detallamos, desde la segunda mitad del siglo XX el norte entrerriano se ha constituido como un espacio privilegiado de políticas estatales orientadas al desarrollo, siendo el impulso al cultivo de algodón especialmente durante los 80 parte de un proyecto integral que incluyó inversiones en educación e infraestructura. En este sentido, advertimos la importancia de los proyectos de promoción del cultivo, en cuyo trazado encontramos notorios intentos por argumentar el buen rendimiento del algodón en la zona y engrandecer los resultados de los ensayos realizados desde el siglo XIX, discurso que además se condice con el de los productores de los últimos años. En relación con estos procesos más recientes, Valenzuela y Figueroa (2012), al referir a la posibilidad de supervivencia del amplio espectro de agentes que incluía el sector algodonero, señalan que la política de sostén indirecto ejercida por los gobiernos de los diferentes niveles fueron fundamentales para el sostenimiento del cultivo de algodón como el “distintivo identitario generador” (p. 62). En este sentido, la importancia de los incentivos de las políticas nacionales pero fundamentalmente las políticas provinciales y la intervención de organismos como el INTA se vuelve crucial ante las dificultades que identifican las iniciativas de productores sin suficiente acompañamiento del gobierno entrerriano. Del mismo modo, se evidencia que los pequeños y medianos productores no pueden prescindir de acciones asociativas para la compra de insumos, la comercialización conjunta y la disputa de fondos a los gobiernos.
El intento por comprender las particularidades del caso estudiado nos ha encaminado a considerar sus semejanzas y también diferencias respecto a otros territorios algodoneros en el país, considerando centralmente la provincia de Chaco. En comparación con el resto de las regiones tradicionalmente productoras de algodón podemos decir que el cultivo “llegó tarde” a la provincia: recién en la década de 1980 la producción se arraigó en el norte y surgieron las primeras experiencias asociativas, que caracterizaban la producción en el Chaco desde principios de siglo; a diferencia de esta provincia además vimos que involucró únicamente a pequeños productores, al tiempo que los cambios en los modos de producción y cosecha –que cuando la producción se inició en el norte a fines del siglo XX ya se implementaban paulatinamente en las otras provincias– se realizaron recién avanzada la década de los 2000.
Antes de culminar este trabajo, interesa realizar un señalamiento que podría orientar nuevas indagaciones. A pesar de la idealización que advertimos entre las familias productores respecto del período en que la extraordinaria demanda de trabajo y los beneficios asociados a la renta empleando trabajadores estacionales estaba basada en la recolección manual del algodón, parece existir consenso respecto del inevitable reemplazo por la cosecha mecánica, en parte por cuestiones “sociales”. Al mismo tiempo, se acuerda en la necesaria participación de la provincia en las “innovaciones” ligadas a la semilla transgénica y la fumigación con glifosato. En este sentido, futuros trabajos nos permitirían problematizar las implicancias sociales y ambientales tanto de la recolección manual en proceso de desaparición como de la tecnología transgénica.
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INTA (1987b) Mano a Mano con el campo. Con la cooperativa algodonera de San Ramírez. (2da quincena de mayo).
Notas